El precio de la guerra para las mujeres: nuevos papeles, nuevos retos
Daria Salo
5 de febrero
de 2024
Las mujeres de todo el mundo continúan sufriendo injusticias y desigualdades. La guerra no sólo agrava los problemas preexistentes de violencia sexualizada y la carga de la reproducción, sino que también genera nuevos retos: desplazamientos, desempleo o la necesidad de proteger a la propia comunidad. En tiempos de guerra, las mujeres y las niñas se convierten a la vez en víctimas de agresiones, soldados, activistas, refugiadas y madres solteras. En otras palabras, su posición cambia no sólo en las zonas donde persisten las hostilidades, como Ucrania o la Franja de Gaza, sino también en los países vecinos, incluyendo Polonia. Como parte de un debate temático en la conferencia Diálogos de las Periferias de Feuerbach 11, discutimos la conexión entre las experiencias bélicas de estas mujeres, desde la vida cotidiana hasta los procesos estructurales e históricos.
Tres investigadoras de género participaron en el debate. Marta Havryshko se centra en la violencia de género durante la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, así como en la guerra ruso-ucraniana. Weronika Grzebalska, socióloga y Presidenta de la Asociación Polaca de Estudios de Género, trabaja sobre las transformaciones sociales e institucionales en Polonia y Europa Central y Oriental, centrándose en el militarismo, la seguridad nacional y la política de derechas. Anwar Mhajne, profesora adjunta de Ciencias Políticas en el Stonehill College (EE.UU.), ss especializa en relaciones internacionales y política comparada, prestando especial atención al género, la religión y la política de Oriente Medio. Su investigación se centra en cómo las creencias e instituciones islámicas de Oriente Medio estructuran la presencia, los organismos y las oportunidades políticas de las mujeres musulmanas.
El debate fue moderado por Olenka Gu, socióloga y editora de la revista Commons.
(In)visible: El precio de género de la guerra para las mujeres en Ucrania
Marta Havryshko resaltó la situación de las mujeres en Ucrania tras el inicio de la invasión a gran escala. La idea de una primera línea invisible e inadvertida señala los problemas de género que enfrentan las mujeres en el frente de batalla, los cuales, por desgracia, no reciben suficiente atención en los medios de comunicación ni por parte de los mandos militares.
En la actualidad, la proporción de mujeres entre el personal militar de Ucrania es una de las mayores entre las fuerzas armadas a nivel mundial, representando aproximadamente un 15%. Más de 43.000 mujeres prestan servicio en las Fuerzas Armadas de Ucrania, una cifra que ha experimentado un aumento del 40% desde 2021. La invasión a gran escala de Rusia ha motivado a las mujeres a renunciar al privilegio de no estar sujetas al servicio militar y a enlistarse voluntariamente en las fuerzas armadas.
El precio más evidente de la guerra para las mujeres que han decidido enlistarse en el ejército es la separación de sus hijos y otros familiares, así como la amenaza de muerte o lesiones. Según datos del Ministerio de Defensa facilitados hace un año, más de cien mujeres soldado han muerto durante la invasión a gran escala, aunque también se han registrado bajas de este tipo con anterioridad. El movimiento de mujeres veteranas busca destacar los sacrificios realizados por las mujeres en el ejército y asegurar que no sean olvidadas por la sociedad. En colaboración con organizaciones feministas, este movimiento también trabaja para mejorar las condiciones de las mujeres en el ejército.
Las mujeres de las Fuerzas Armadas también enfrentan retos invisibles para el público: la violencia sexual y la discriminación de género en el ejército. No se trata de un problema exclusivo de Ucrania: por ejemplo, hace dos años, una militar estadounidense de 20 años, Vanessa Guillen, fue asesinada como víctima de violencia sexual. A raíz de su asesinato, el ejército estadounidense desarrolló e implementó un procedimiento para denunciar los casos de violencia y acoso sexual en el ejército.
En Ucrania no existe tal mecanismo. Cuando Valeriia Sikal y Olha Derkach decidieron hablar públicamente sobre los casos de violencia sexual en el ejército, recibieron el apoyo de organizaciones feministas, pero no justicia. Según datos del Batallón Invisible, una de cada diez mujeres en el ejército sufre acoso sexual. Aunque desde el comienzo de la invasión a gran escala, en Ucrania se ha dejado de hablar públicamente de estos casos.
Otro problema causado por la excesiva masculinidad del sector militar es la discriminación de las personas LGBTQ+ en el ejército. Entre el 24 de febrero y el 31 de octubre de 2022, la red de vigilancia del Centro Nash Svit documentó 74 casos de violaciones de derechos humanos basadas en la orientación sexual y la identidad de género, de los cuales 60 estaban relacionados de alguna manera con las hostilidades.
¿Cuál es la respuesta del Ministerio de Defensa a los casos de discriminación y acoso? Si se examina detenidamente el sitio web del Ministerio, se puede encontrar fácilmente material sobre educación patriótico-militar, pero no existen directrices para hacer frente a la violencia sexual. En cambio, organizaciones feministas, como la Asociación de Abogadas Ucranianas JurFem, proporcionan esas directrices para las mujeres en el ejército.
Otro aspecto significativo de los problemas relacionados con el género son las experiencias que han tenido las mujeres civiles en la zona de primera línea y en los territorios ocupados de Ucrania. En particular, se trata de experiencias de violencia sexual. Según la Fiscalía General, se han registrado 235 casos de este tipo, aunque es importante entender que estos datos representan únicamente a aquellas personas que han tenido el valor de denunciarlo. Miles de mujeres y hombres optan por guardar silencio por diversas razones, como la estigmatización, la cultura de la violencia, la retraumatización, etc. Es especialmente difícil hablar de estas violaciones bajo la ocupación y en prisión, donde las personas son sometidas a actos de tortura. Como consecuencia, las víctimas civiles de la violencia sexual no reciben la ayuda necesaria y pueden incluso enfrentarse a la culpabilización de las víctimas, siendo acusadas de "comportamiento inapropiado" que "provocó" la violencia, o se les acusa de traición y de "proporcionar entretenimiento a los soldados rusos".
Los grupos conservadores, especialmente en Alemania, difunden el mito de que tanto ucranianos como rusos cometen delitos sexuales con regularidad. Para abordar esta narrativa, en primer lugar, es esencial comprender que la violencia sexual en la guerra puede tener diferentes connotaciones. Por un lado, existe un tipo de violación oportunista cuando los hombres buscan afirmar su masculinidad y su fuerza, pero intentan ocultar el delito por miedo al castigo. Por otro lado, en el ejército ruso, los mandos no previenen los casos de violencia y hay una negación total de su existencia a nivel oficial, sin mencionar a la falta de distinción de las unidades que cometen crímenes sexuales u otros crímenes de guerra. Existen numerosas pruebas que sugieren que la violencia sexual por parte del ejército ruso es un instrumento de guerra.
Por otro lado, es inaceptable pasar por alto los casos de violencia sexual registrados en la parte ucraniana, aunque su número sea significativamente inferior. Las autoridades ucranianas no deberían negar este problema, sino reconocerlo, admitirlo y abordarlo, ya que no podemos tolerar la violencia sexual.
Más allá de la violencia relacionada con la guerra, no debemos olvidar otros aspectos. No debemos construir una jerarquía de víctimas, por ejemplo, donde las víctimas de la agresión rusa reciban un apoyo empático por parte de la sociedad mientras que otras, como las víctimas de violencia doméstica, no lo reciban. La Policía Nacional ha registrado un descenso significativo de los casos de violencia doméstica en comparación con los datos de principios de 2021-2022. Sin embargo, no se puede confiar en estos datos, dada la negación y el silenciamiento generalizado del problema de la violencia doméstica en los medios de comunicación, así como el gran número de refugiados y la ocupación en curso de parte de Ucrania. Debido al miedo a ser juzgadas y rechazadas o a ser acusadas de difundir propaganda rusa, las mujeres también pueden guardar silencio sobre casos de violencia por parte de militares. Esto sucedió en el caso de Inna, una desplazada que había huido a Lviv por haber sido violada por su marido, un soldado.
Las mujeres que cuidan de otras personas también merecen una mención especial en el contexto del precio de la guerra. Por ejemplo, son mujeres que se han convertido o se convertirán en madres durante la guerra, que tienen que dar a luz en condiciones inadecuadas y cuidar de niños en circunstancias extremadamente difíciles. También son mujeres que cuidan de sus esposos que regresan de la guerra heridos o discapacitados. A menudo, se presenta a estas parejas bajo una luz romántica. Aun así, las mujeres se ven obligadas a sacrificar su realización personal, su trabajo y sus recursos únicamente porque la calidad de los servicios públicos prestados a los veteranos es insuficiente o de mala calidad.
Debido al aumento del gasto en necesidades militares y a la dependencia económica del apoyo de los socios occidentales, los grupos de población que dependen de los pagos del presupuesto estatal -jubilados, discapacitados y educadores- están sufriendo. Las condiciones de trabajo de estos últimos no han hecho más que empeorar desde el comienzo de la invasión a gran escala. Al mismo tiempo, los salarios de los empleados del ámbito educativo (la mayoría de los cuales son mujeres) suelen estar bajo mínimos.
«Antes de la guerra, mi salario en la Academia Nacional de Ciencias era de 50 euros», compartió su experiencia Marta Havryshko. «Ahora recibo 1 euro y, hace poco, me obligaron a firmar un documento en el que constaba que aceptaba una reducción salarial».
Todas estas son consecuencias ocultas de la guerra, que en su mayoría no son objeto de debate público.
Es necesario debatir los problemas a los que se enfrentan las mujeres y los representantes de grupos vulnerables como consecuencia de la agresión armada rusa y poner estos casos en el discurso público. Sólo así podremos comprender el verdadero precio de la guerra, que aún no es suficientemente visible ni para el país ni para la comunidad internacional.
La invasión rusa, las mujeres en el ejército polaco y la idea de una defensa integral
La investigadora polaca Weronika Grzebalska continuó abordando el tema de la presencia femenina en el ejército y expuso cómo la guerra ruso-ucraniana ha afectado a las fuerzas armadas polacas. En su presentación, la investigadora describió cómo, a lo largo de la historia, las mujeres han participado en la defensa del país. También propuso algunas ideas para desarrollar una política de defensa más avanzada, más feminista y más socialdemócrata en Polonia y en Europa Central.
Las mujeres no podían servir en el ejército durante la República Popular de Polonia. Sin embargo, a partir de 1989, se iniciaron cambios como parte de una política de homogeneización con las instituciones de seguridad occidentales, como la OTAN y la UE. A finales de la década de 1980, las mujeres civiles que trabajaban en el ejército fueron integradas como personal militar. Durante la década de 1990, las academias militares se abrieron a las mujeres, lo que generó la necesidad de proporcionar instalaciones adecuadas y diseñar uniformes adaptados. A principios de la década de 2000, se abrieron todos los puestos del ejército a las mujeres, incluyendo los de combate y las fuerzas especiales. Además, se implementaron normativas de apoyo a la integración de género, como el derecho a la baja por maternidad y medidas básicas para abordar la discriminación y el acoso.
A pesar de estos cambios, la proporción de mujeres en las fuerzas armadas no era elevada, representando menos del 5% en servicio activo. La escasa presencia de mujeres en el ejército dificultó la implementación de cambios desde dentro. Sin embargo, la guerra en Ucrania ha servido como una llamada de atención para Polonia, y ha conducido a reformas de defensa a gran escala. Una de estas reformas ha sido la formación de fuerzas de defensa territorial, basdas en el modelo de soldados ciudadanos que tienen la oportunidad de conciliar de manera más flexible su vida profesional y personal.
Este nuevo enfoque del servicio militar, junto con otras formas de participación en la defensa del país, ha provocado un significativo aumento en el número de mujeres implicadas. En poco menos de seis años, el porcentaje de mujeres en las fuerzas armadas se ha duplicado, llegando a alrededor del 10% en el servicio profesional y al 20% en las fuerzas de defensa territorial. Estas cifras indican además que el modelo de defensa territorial es más propicio a la participación activa de las mujeres.
Los avances logrados en Polonia en cuanto a la participación de las mujeres en la defensa no están libres de puntos débiles. Las mujeres de las fuerzas armadas polacas aún experimentan discriminación, acoso y otros problemas. Sin embargo, la guerra en Ucrania ha suscitado debates sobre defensa y seguridad, especialmente entre las feministas. Hasta el momento, el feminismo polaco no se había centrado en estos temas, pero la invasión rusa los ha situado en el centro de atención de la opinión pública.
Weronika Grzebalska sugiere que el modelo de defensa existente debería ser revisado por completo para incorporar de manera más activa a los movimientos feministas en los asuntos relacionados con la defensa, así como para involucrar a las mujeres en la defensa del país en general. Considera que la desigualdad en las posiciones de poder genera problemas en la interacción entre las feministas y las instituciones militares en tiempos de crisis. Según este modelo, los militares, como representantes de una institución "masculina", acuden al rescate y establecen su autoridad sobre civiles indefensos que se autoorganizan durante una crisis. Por el contrario, existe un paradigma de defensa conocido como "defensa integral", que puede implementarse de diversas maneras. Este paradigma es actualmente bastante popular y se está aplicando en los países nórdicos y bálticos. En Europa Central, esta idea está presente en los documentos estratégicos, pero aún no se ha llevado a la práctica.
"La noción de una defensa integral radica en que la defensa de un país se fundamenta en cuatro pilares principales. Uno de ellos es el militar, pero los otros tres comprenden componentes civiles: las instituciones estatales, las empresas privadas y la sociedad civil, con todos los ciudadanos juntos", explica Weronika.
En este modelo, el ejército es simplemente uno de los componentes de la defensa, y los demás elementos desempeñan un papel igualmente crucial, al igual que la interacción entre todos ellos.
"Espero que la influencia feminista se refleje en la construcción de un sistema que no se enfoque exclusivamente en lo militar, sino que desarrolle todos los componentes de la defensa. Si las cuatro esferas colaboran, el ejército podrá concentrarse en las operaciones de combate. Al mismo tiempo, los demás componentes respaldarán la estabilidad del Estado en situaciones de crisis en todas las demás esferas", explica la investigadora.
En tales circunstancias, es posible involucrar a las mujeres en el desempeño de otras funciones donde puedan realizarse, protegerse y contar con los recursos adecuados, en lugar de esperar a que lleguen los defensores. Prácticas similares se observan en la historia de Finlandia, Estonia y, hasta cierto punto, Polonia durante el periodo de entreguerras. Por aquel entonces, existían grupos armados de mujeres por todo el país que formaban a mujeres civiles, proporcionándoles las habilidades y conocimientos necesarios para protegerse a sí mismas y a sus hogares.
Weronika sostiene que, si no se promueve un enfoque más amplio, asistiremos a un resurgimiento de la antigua narrativa patriarcal que afirma que, en última instancia, las mujeres requieren la protección de los hombres. Por eso las feministas deben ser agentes activos en el desarrollo de la defensa nacional.
Sin embargo, la investigadora señala que resulta difícil persuadir a la izquierda para que respalde esta idea en Polonia. Prefieren pagar más impuestos y dejar las cuestiones de defensa en manos de los militares en lugar de actuar de forma independiente. Podemos ver que los menos dispuestos a comprometerse en la defensa nacional son los que se declaran votantes de izquierdas. Así pues, aunque los activistas y votantes de izquierdas tengan valores más progresistas, esto no anima necesariamente a los civiles a asumir mayores responsabilidades en el sector de la defensa. Weronika Grzebalska cree que, en tales circunstancias, resulta una tarea difícil pero importante para la izquierda independiente polaca involucrar a socialdemócratas y feministas en el debate sobre cuestiones de defensa.
Sobre la situación de las mujeres en Gaza y Cisjordania durante la guerra y la ocupación
La tercera ponente abordó la situación que enfrentan las mujeres en una guerra entre adversarios muy desiguales. Anwar Mhajne forma parte del 20% de ciudadanos israelíes que son palestinos de nacimiento. Es importante señalar que la investigadora condena tanto los atentados de los extremistas de Hamás que tuviron lugar en Israel el 7 de octubre como las muertes de civiles en Gaza a consecuencia de las operaciones militares del ejército israelí.
Anwar destaca que la experiencia de las y los palestinos en los distintos territorios puede diferir significativamente. Las y los palestinos que son ciudadanos de Israel tienen una posición relativamente mejor, pero incluso ellos se encuentran en una situación muy vulnerable. Algunos de ellos han muerto como consecuencia de atentados de Hamás, pero también son objeto de ataques como minoría en Israel. Además, la minoría palestina en Israel mantiene estrechos vínculos con la población de Gaza y Cisjordania y, por lo tanto, experimenta dolorosamente las catastróficas consecuencias de las acciones militares de Israel en estos territorios y a menudo simpatiza con los movimientos de liberación nacional de sus habitantes. Durante el debate, la investigadora se centró en la situación de las mujeres en Gaza y Cisjordania.
Hay dos factores principales que influyen en la condición de la mujer palestina en estos territorios: las prácticas patriarcales existentes en la sociedad y estrechamente vinculadas a la actividad de los grupos religiosos y la ocupación de Cisjordania. El gobierno de Hamás en Gaza, por un lado, y el de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Cisjordania, por otro, son dos experiencias distintas para las mujeres de estos territorios. Del mismo modo, el nivel de apoyo y financiación internacional que fluye hacia Cisjordania difiere significativamente del que recibe Gaza.
Además de enfrentarse a la pobreza, la maternidad, la violencia sexual y la discriminación de género, las mujeres palestinas bajo ocupación afrontan otros desafíos, como la destrucción de sus viviendas. Muchas familias pierden sus casas y no tienen la posibilidad de trasladarse a un lugar más seguro. La situación más catastrófica se presenta sin duda en Gaza, donde, según estimaciones de la ONU, alrededor del 60% del parque de viviendas ha sido dañado o destruido, lo que ha dejado sin hogar a cerca de un millón de personas. Sin embargo, la pérdida de viviendas no se produce sólo a causa de la guerra. Hay casos de demolición en Jerusalén y Cisjordania por falta de licencia de construcción. Obtener estas licencias resulta complicado, especialmente en Jerusalén Este. Además, si un miembro de la familia es acusado de terrorismo o está involucrado en un atentado contra israelíes, se implementa una política de demolición de casas, independientemente de si la familia conocía o no las intenciones o acciones de su familiar.
Otro problema es la movilidad limitada. Según la Oficina Palestina de Estadística, en 2022, alrededor de 172 mujeres fueron detenidas en los puestos de control de seguridad y 18 murieron. Como resultado, se ven obligadas a evitar cruzar estos puestos de control siempre que sea posible. El control de Israel sobre la movilidad de los palestinos también afecta al acceso a la atención médica: algunas mujeres dan a luz en los puestos de control sin poder llegar a los hospitales.
La OLP, o Autoridad Palestina, gobierna Cisjordania y establece leyes que afectan negativamente la posición de la mujer. Además de las dificultades asociadas a la ocupación, las prácticas patriarcales son bastante comunes. Las mujeres tienden a quedarse en casa y participan menos en el trabajo asalariado, lo que las lleva a depender económicamente de los hombres. En Cisjordania, el porcentaje de mujeres que se gradúan en la universidad es mayor, pero no se incorporan al mercado laboral después de graduarse. Lo mismo ocurre con las palestinas de Israel y Gaza. Una vez educadas, las mujeres se casan y fundan familias, sacrificando su realización profesional. Al mismo tiempo, la OLP se considera una organización laica y coopera activamente con la ONU y otras organizaciones internacionales.
En cuanto a la situación en Gaza, cerca de medio millón de mujeres y niñas han sido desplazadas durante los dos meses de guerra, y entre el 60% y el 70% de las más de 15.000 personas asesinadas (más de 20.000, según otras fuentes) son mujeres y niños. Anwar señala que, durante algún tiempo, ella misma creyó que la tesis sobre la protección de mujeres y niños era problemática, ya que había mujeres entre la OLP y el Frente Popular para la Liberación de Palestina que habían recurrido a la violencia. Se sabe de mujeres que participaron en actos terroristas y, en esos casos, es difícil considerarlas únicamente como víctimas.
Sin embargo, la investigadora lucha ahora contra la narrativa de que todos los gazatíes son responsables del ataque de Hamás del 7 de octubre. Grupos como Hamás son extremadamente religiosos y no implican a las mujeres en el combate, ya que consideran que el papel de la mujer es dirigir el hogar, tener hijos y transmitir a sus hijos la identidad religiosa, patriarcal y nacional. Las mujeres no participan en el comité político ni en el ala militar de Hamás, que planifica atentados terroristas en Israel. La tesis de la responsabilidad colectiva también se ve socavada por el hecho de que no ha habido elecciones en Gaza desde hace 16 años, y cerca del 50% de la población son menores de 18 años que ni siquiera tienen derecho a votar.
La guerra ha empeorado radicalmente la ya difícil situación de las mujeres en la Franja de Gaza. Entre los desplazados se encuentran viudas que tienen que ocuparse solas de sus hogares, enfrentándose a la falta de agua, saneamiento básico y medicamentos. Asumen por completo el cuidado de sus familias, lo cual representa una pesada carga en tiempos de guerra. La falta de medicamentos esenciales también tiene consecuencias directas para las mujeres: hay numerosos casos de mujeres que dan a luz en hospitales y son sometidas a cesáreas sin anestesia. En caso de hemorragia durante el parto, los médicos no pueden detener la hemorragia, lo que puede resultar en la muerte de la madre. En ocasiones, los médicos se ven obligados a extirpar el útero, ya que es la forma más rápida de detener la hemorragia, aunque, en circunstancias normales, existen otras formas de salvar a una mujer. La ONU estima que, en estos momentos, hay unas 50.000 mujeres embarazadas en Gaza, y 5.000 de ellas deben dar a luz dentro de un mes en condiciones duras y deshumanizadoras. Así que, en muchos sentidos, las mujeres de Gaza se encuentran en una situación extremadamente difícil que es significativamente peor que la de Cisjordania.
Sin embargo, en Cisjordania, murieron más de 250 civiles después de dos meses de acción militar. Entre 13 y 14 comunidades fueron desplazadas temporalmente, afectando a entre cuatrocientas y mil personas. Debido a la militarización de la sociedad israelí y al armamento de colonos y civiles en general, la vida en Cisjordania se vuelve cada vez más peligrosa para las y los palestinos.
Anwar Mhajne destaca que entre los palestinos hay tanto combatientes como activistas civiles que buscan mejorar sus condiciones de vida. También existen, por ejemplo, periodistas: dado que los medios de comunicación extranjeros no tienen acceso a Gaza, son principalmente periodistas locales, en su mayoría mujeres, quienes desempeñan esta función. A menudo, arriesgan sus propias vidas al intentar filmar lo que está sucediendo. Este fue el caso del asesinato de la periodista Shireen Abu Akleh, e Israel negó inicialmente cualquier implicación. Sin embargo, un año después, se reconoció que había sido asesinada por un soldado israelí. La participación de las mujeres en la vida política de Gaza y Cisjordania es desigual: Gaza cuenta sólo tiene una ministra, mientras que Cisjordania y la Autoridad Palestina tienen a más mujeres en cargos políticos.
Diversas imágenes de mujeres representan a la sociedad palestina. Por un lado, está el ejemplo de Shaden Abu-Hijleh, que se convirtió en una activista emblemática y resistió a la militarización. Por otro, está el ejemplo de Leila Khaled, que participó en secuestros en los años sesenta y setenta y fue acusada de terrorismo. Así pues, la experiencia de las mujeres palestinas implicadas en la resistencia varía en función de su lugar de residencia y su actitud ante la ocupación.
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A primera vista, las experiencias de las mujeres en Ucrania, Polonia o la Franja de Gaza parecen muy diferentes. Sin embargo, todas ellas se ven afectadas por nuevos desafíos provocados por las guerras en sus países o regiones de origen. En estas circunstancias, muchas mujeres han asumido nuevas funciones como soldados, residentes en zonas de primera línea, desplazadas y víctimas de la guerra. En estas nuevas funciones, continúan enfrentándose a una mayor desigualdad, prejuicios, violencia e injusticia económica.
Por lo tanto, la protección de las víctimas de la guerra, la lucha contra la violencia, el acoso y la discriminación, la creación de estrategias de defensa integrales y la lucha contra la desigualdad económica sistémica requieren atención pública y acciones concretas para mejorar la condición de la mujer, junto con el desarrollo progresivo de la sociedad. La capacidad para abordar estas cuestiones depende, sin duda, de la situación actual de cada país. Después de todo, existe una enorme diferencia entre las condiciones de lucha social de una sociedad cuando se produce una guerra en un país vecino y una sociedad atacada. Del mismo modo, el potencial para luchar contra la desigualdad de género varía cuando la guerra abarca todo el territorio y cuando la guerra tiene una línea de frente relativamente estable. Sin embargo, en todos estos casos, los retos que enfrentan las mujeres, tanto los "tradicionales" como los relacionados con la guerra, deben permanecer en el centro de la atención pública.
Traducido por Juan González
Artículo en inglés
Publicado orginalmente
el 7 de diciembre
de 2023