Karl Marx: la Guerra de Crimea y la respuesta de Occidente


Oleg Shama
27 de marzo de 2024

"El oso ruso es capaz de todo, especialmente cuando percibe que los demás animales con los que interactúa son incapaces de actuar", leía el periódico estadounidense New York Daily Tribune el 14 de julio de 1853. El autor de estas palabras era el corresponsal del periódico en Londres, un emigrante político alemán de 35 años, Karl Marx.

Ni él ni su socio intelectual Friedrich Engels podían imaginar que sería esta Rusia "capaz de todo" la nación que más estudiaría sus obras.

Era complicado entender sus pensamientos. En los periódicos y en cartas privadas, solían redactar con frases extensas, compuestas de varios párrafos, repletas de expresiones en latín o francés, y con frecuentes referencias a personajes históricos o contemporáneos poco conocidos para la mayoría.

Pero todo el mundo en la Rusia soviética y en las tierras bajo su control tenía que saberlo: Marx y Engels habían demostrado sobre el papel lo que Lenin y posteriormente Stalin habían puesto en práctica. El apellido variaba según las circunstancias.

Se comenzaba a estudiar las obras de este tándem desde la adolescencia. Tanto era así que en la extinta URSS circulaba un chiste sobre un estudiante de medicina que no podía distinguir entre los esqueletos de un hombre y una mujer durante un examen. "¡Esto lo enseñan hasta en el instituto!", exclamaba el profesor. Ante lo cual, el estudiante avergonzado respondía: "Oh, ¡son Marx y Engels!".

No obstante, las opiniones de estos autores sobre la Rusia real estaban prohibidas en la URSS. Solo algunas de ellas se publicaron en el imperio soviético en las vísperas de su colapso.

Capturar para proteger

Cuando Marx escribió sobre el oso ruso, ya llevaba dos años trabajando para el New York Daily Tribune. Fue invitado por el director del periódico, Charles Anderson Dana, cuando Marx aún vivía en Alemania. Cuando las circunstancias de la vida le llevaron a trasladarse a Londres, se acordó de la oferta del estadounidense, quizás motivado por las generosas condiciones ofrecidas: dos artículos a la semana remunerados con 2 libras cada uno, lo cual era suficiente para mantenerse en la capital británica.

Al día siguiente de la advertencia de Marx sobre una Rusia "capaz de todo", las tropas zaristas ocuparon Bucarest, la capital de Valaquia, la futura Rumanía, que entonces disfrutaba de autonomía dentro del Imperio Otomano, es decir, Turquía. Así comenzaba la guerra, poteriormente llamada la Guerra de Crimea, que en muchos aspectos guarda similitudes con la actual guerra ruso-ucraniana. Esto hace que las impresiones de Marx y su colega intelectual Friedrich Engels sobre la situación de la época resulten muy pertinentes.

Abejas y avispones. El dibujo de Gustave Doré representa la política 'defensiva' de Rusia al comienzo de la guerra de Crimea.
Abejas y avispones. El dibujo de Gustave Doré representa la política "defensiva" de Rusia al comienzo de la guerra de Crimea. Foto: Gustave Doré et Noël Eugène Sotain, Histoire de la sainte Russie, París, J. Bry aîné, 1854

En el mismo artículo, Marx se indignaba: "La humanidad no olvidará cómo Rusia fue la defensora de Polonia (el enfásis es nuestro), la defensora de Crimea, la defensora de Kurlandia, la defensora de Georgia, Mingrelia, las tribus circasianas y caucásicas. Y ahora Rusia se erige como la defensora de Turquía".

La última frase aludía a la explicación oficial de San Petersburgo sobre sus acciones: que las posesiones del Imperio Otomano en Europa requerían un protectorado zarista. Al menos en las regiones con población eslava y ortodoxa, Rusia debía asumir el papel de garante de la paz. Es decir, el tipo de paz que requiere la guerra.

Seis meses antes, el zar Nicolás I había advertido al embajador británico Hamilton Seymour: "Puede ser que las circunstancias me obliguen a ocupar Constantinopla (Estambul), si no ocurre nada imprevisto".

La cobardía de Occidente

Ocurrió lo inesperado: en marzo de 1854, Gran Bretaña y Francia se aliaron con Turquía, declarando la guerra a Rusia. Unos meses antes, Marx se había limitado a decir desde las páginas del Tribune: "La línea de acción ya se extiende a lo largo del Danubio. ¿Y las potencias occidentales? Están aconsejando, es decir, obligando al sultán a considerar la guerra como la paz. Su respuesta a las acciones del autócrata no son armas, sino notas. El emperador no es atacado por dos flotas, sino por al menos cuatro borradores de negociaciones".

"Rusia simplemente arroja un montón de notas a los diplomáticos occidentales como huesos a los perros y aprovecha para ganar tiempo. Inglaterra y Francia, por supuesto, caen en la trampa", explicaba Marx lo evidente.

Ilustró la amenaza de manera concisa y clara: "Desde la época de Pedro el Grande [150 años antes], las fronteras de Rusia han avanzado hacia Berlín, Dresde y Viena, 700 millas; hacia Estambul, 500 millas; hacia Estocolmo, 630 millas; y hacia Teherán, 1.000 millas".

Y añadía: "Contando con la cobardía de las potencias occidentales, [el zar] se burla de Europa. Por el contrario, las potencias occidentales son incoherentes, cobardes, desconfían unas de otras; comienzan a alentar al sultán a resistirse al zar y terminan forzándole a realizar concesiones por temor a una guerra general."

Marx también detalló los métodos de Rusia en tiempos de paz, mientras las potencias occidentales deliberaban con cautela sobre cómo asegurar su posición en el este. "Cientos de agentes rusos han estado recorriendo Turquía, señalando a los cristianos griegos al emperador ortodoxo como su protector natural y el último liberador de la oprimida Iglesia oriental", describía el corresponsal en Londres del New York Daily Tribune en abril de 1853.

Los agentes rusos ejercieron una influencia especialmente fuerte en búlgaros, serbios y croatas. También promovieron la idea de "un zar todopoderoso que tarde o temprano uniría todas las ramas de la gran familia eslava bajo un mismo cetro y las convertiría en la raza dominante de Europa".

Para Engels, en general, esta última idea resultaba repulsiva. En primer lugar, debido a que Rusia se autoproclamaba como representante principal del eslavismo. En un artículo de abril de 1855 en el Neue Oder-Zeitung, se burlaba de los participantes del primer Congreso Eslavo celebrado en Praga en 1848: los delegados no lograron entenderse entre sí hasta que toda la reunión pasó a realizarse en alemán.

En abril de 1953, Engels escribía un artículo sobre el tema eslavo y la amenaza rusa, que se convertía en portada del New York Daily Tribune. Avertía que Rusia pretende alcanzar las llamadas fronteras naturales del eslavismo, es decir, desde Szczecin en el Báltico hasta Trieste en el Adriático. "Una anexión lleva a otra, así que sin duda la conquista de Turquía por parte de Rusia sería sólo el preludio de la anexión de Hungría, Prusia y Galitzia", escribía Engels.

"Rusia es, sin duda, una nación invasora, y lo fue hasta que el gran movimiento de 1789 [la Revolución Francesa] la confrontó con una formidable energía poderosa. Nos referimos a la Revolución Europea, al poder explosivo de las ideas democráticas y al deseo innato de libertad de la humanidad", explicaba.

Rusia alcanzaría la frontera que Engels temía 100 años después.

El pantano mongol

Los bolcheviques de Moscú, adoptando consignas tomadas de Marx y Engels, instituyeron un estado primordial de dominación y esclavitud en las tierras bajo control ruso. Su líder, Vladimir Lenin, afirmó: "La enseñanza de Marx es todopoderosa porque es correcta. Proporciona a la gente una visión holística del mundo".

Marx y Engels no vivieron para ver a Rusia avanzar hasta la frontera entre Szczecin y el Mar Adriático con sus retratos. Los alemanes del Este que se encontraron en el campo de Moscú tras la Segunda Guerra Mundial también tuvieron que adoptar una "visión holística del mundo". Pero ¿por qué sólo esa? Al fin y al cabo, su patria había dado al mundo una plétora de filósofos.

La explicación está en los artículos de Marx que no se publicaron en Rusia hasta el final de la era soviética.

"La cuna de Moscovia fue el pantano sangriento de la esclavitud mongola, no la dura gloria de la época normanda [es decir, la Rus de Kíiv]. Y la Rusia moderna no es más que Moscovia disfrazada", escribió Marx en 1857, poco después de la guerra de Crimea, en la que la potencias europeas unidas salieron victoriosas. Y él y Engels contribuyeron a ello en cierto modo.

Ya existían artículos para el semanario británico Free Press, con el siguiente refrán: "Moscovia fue criada y educada en la horrible y vil escuela de la esclavitud mongola. Se fortaleció convirtiéndose en experta en el arte de la esclavitud. Incluso después de su liberación, Moscovia continuó desempeñando su papel tradicional de esclavo convertida en amo".

Tras la derrota de Rusia, Marx dejó abierta la cuestión de Rusia: "¿Cómo logró este poder, o esta ilusión de poder, adquirir tales proporciones como para inspirar por un lado un apasionado reconocimiento, y por otro la airada negativa de que esté amenazando al mundo con un ensayo de monarquía universal?". La respuesta a esta pregunta se encuentra en el mismo artículo: "Es el único ejemplo de la historia de un inmenso imperio, cuyo poder, incluso después de logros de resonancia mundial, nunca ha dejado de ser considerado más como una cuestión de fe que una cuestión de hecho.".

Marx no tenía ninguna duda de que el zar Pedro el Grande había adoptado el deseo de Gengis Kan de conquistar el mundo. Y si él y Engels hubieran conocido la frase del gobernante del "pantano mongol" del siglo XXI: "Las fronteras de Rusia no terminan en ninguna parte", seguramente no se habrían sorprendido.


Traducido por Juan González

Artículo original

Publicado orginalmente el 31 de mayo de 2022



Oleg Shama

Oleg Shama. Autor de publicaciones en las secciones de Archivo y Lecciones de Historia de NV, así como de artículos históricos en destacadas publicaciones ucranianas..