¿Guerra o paz? Un falso dilema en la polémica en torno a la cuestión ucraniana


Daria Saburova
25 de marzo de 2024

En ausencia de las condiciones para las negociaciones, hablar de un alto el fuego inmediato como la alternativa al apoyo militar, son solo palabras vacías destinadas al público francés en el marco de la campaña electoral. A falta de otras opciones realistas, la solidaridad concreta exige la continuación de la ayuda militar a Ucrania.

Este texto proviene de una intervención durante la reunión de L'assemblée féministe - Paris banlieue, el 12 de marzo de 2024 en la Belleviloise.

Me gustaría aprovechar esta invitación para aclarar las polémicas de que ha sido objeto Ucrania durante varias semanas. La primera polémica es la suscitada por el movimiento europeo de agricultores sobre la entrada de Ucrania en la Unión Europea. La segunda fue desencadenada por la ocurrencia de Macron sobre la posibilidad de enviar tropas a Ucrania. En ambos casos, la cuestión ucraniana es utilizada cínicamente por todas las fuerzas políticas en un juego de desmarque electoral. Se despliega con argumentos desconectados de la realidad local, y no tiene otra consecuencia que socavar el apoyo de la opinión pública a la resistencia ucraniana. Me centraré en la segunda polémica, porque el apoyo militar sigue siendo el centro de las reivindicaciones que los ucranianos y las ucranianas dirigen a las y los europeos.

Criticadas por otros líderes europeos y por el secretario general de la OTAN, las palabras de Macron fueron inmediatamente desmentidas por el gobierno ucraniano. De hecho, Ucrania nunca pidió el envío de tropas. Pide armas, y sobre todo municiones. En este plano, digan lo que digan, la contribución de Francia ha seguido siendo hasta ahora relativamente modesta: según las cifras del gobierno francés, asciende a 3.800 millones de euros en 2 años, sobre un presupuesto militar que supera los 40 mil millones al año, es decir, alrededor del 4% de su gasto militar total. En realidad, como muestra una investigación reciente de Mediapart, estas cifras están muy infladas, siendo el valor real de la ayuda varias veces menor.

Con su fanfarronada sobre el envío de tropas a Ucrania, Macron no solo no ha logrado alcanzar su propio objetivo en la competencia por el liderazgo europeo. Estas palabras han dado carnaza a todas las fuerzas políticas que, de una manera más o menos abierta, cuando la situación política lo permite, se oponen desde el principio al apoyo militar a Ucrania: el Reagrupamiento Nacional, por supuesto, pero también los partidos de la izquierda institucional, como el Partido Comunista y la Francia Insumisa. Está claro que se embarcan cogidos de la mano en una nueva campaña anti-ucraniana, relativa tanto a la entrada de Ucrania a la Unión Europea como al acuerdo de seguridad bilateral firmado entre Francia y Ucrania el 16 de febrero. Peor aún, como se supo el martes, cuando la extrema derecha optó por la abstención, el Partido Comunista y la Francia Insumisa decidieron votar en contra de este acuerdo de seguridad. Algunas palabras sobre su contenido y sobre lo que la Francia Insumisa ofrece en su lugar.

Lo que molesta a la Francia Insumisa son las afirmaciones de principio que contiene este documento: “Francia reafirma el objetivo de la adhesión de Ucrania a la Unión Europea” y “confirma que la futura adhesión de Ucrania a la OTAN constituiría una contribución útil a la paz y la estabilidad en Europa”. Pero si miramos este texto en detalle, no solo no hay nada sobre el envío de tropas a tierra como parte de la fase actual de la guerra, sino que no se prevé nada de eso en el caso de que Ucrania vuelva a ser invadida después de un alto el fuego o la firma de un acuerdo de paz. Concretamente, cito: “En caso de una futura agresión armada rusa contra Ucrania, [...] el Participante francés proporcionará a Ucrania asistencia rápida y sostenida en materia de seguridad, equipamiento militar moderno en todos los ámbitos, según sea necesario, y una asistencia económica”. El resto del documento detalla el contenido de esta asistencia, que incluye formación, ciberdefensa, armamento, etc. Concretamente, en lugar de proponer enmiendas, es a estas garantías de seguridad mínimas, que no se distinguen en esencia de las de las que se beneficia actualmente Ucrania, a lo que se opone la Francia Insumisa.

¿Qué ofrece en su lugar? En un vídeo publicado el 7 de marzo, Mélenchon propone su visión de lo que llama “el conflicto Ucrania-Rusia”. Según él, “la única estrategia que tiene sentido” es la implementación de un “plan de paz”. Para ello, se trataría de comprender la naturaleza de este “conflicto Ucrania-Rusia”. Cito a Mélenchon: “El tema de la guerra entre rusos y ucranianos es dos cosas: una, las fronteras [...] y dos, la seguridad mutua. Los ucranianos ya no quieren vivir con la angustia de ser invadidos por los rusos. Y los rusos ya no quieren vivir en condiciones en las que, según lo que dicen, ya no quieren estar bajo la amenaza de una intervención militar de la OTAN, en primer lugar, y en segundo lugar, ver a poblaciones que les han pedido ser asimiladas al conjunto ruso, ser amenazadas”. Para llegar a un acuerdo, se trata de organizar una “conferencia sobre las fronteras” donde, cito, “se pregunta a las poblaciones conceernidas a qué, a quién quieren estar vinculadas. La voz del pueblo es la solución, no el problema. [...] Si estas cuestiones se resuelven con un referéndum, entonces tenemos todos los elementos de una paz”.

No voy a detenerme en este argumento. Simplemente recordaré que no se trata de un conflicto Ucrania-Rusia sobre las fronteras y la seguridad mutua, sino de una invasión brutal, absolutamente injustificada, y una ocupación de los territorios ucranianos por parte del ejército ruso. Que la amenaza de la OTAN y la supuesta petición de las poblaciones de habla rusa de intervenir militarmente para protegerlas del gobierno ucraniano es un puro elemento de propaganda rusa. Que hablar de los referendos en los territorios ocupados es una propuesta innoble, sabiendo el señor Melénchon muy bien que su organización democrática es imposible. Rusia ya ha organizado una apariencia de referendos en los territorios ocupados que han dado más del 90% de votos a favor de la integración con Rusia. ¿Cómo se haría para imponer a Rusia el regreso seguro de los refugiados para que puedan votar, la salida de los colonos rusos para que no puedan votar y la supervisión de estos referendos por parte de los organismos internacionales independientes? Es completamente irresponsable hacernos creer que esto es posible en las condiciones actuales.

Veamos la situación de forma realista. Dada la situación en la que se encuentra actualmente Ucrania, es razonable pensar que un alto el fuego según la línea de frente es la menos peor de las opciones. Las tropas ucranianas están desmoralizadas por el gran número de muertos y heridos, por la falta de municiones y material adecuado, etc. Los civiles ucranianos, a su vez, muestran poco deseo de reemplazar a los que ya están en el frente: tras el fracaso de la contraofensiva del verano, la línea de demarcación ya no se mueve a favor de Ucrania, y no retrocede lo suficiente como para que los que están en la parte de atrás vuelvan a sentir una amenaza existencial que los motivaría a presentarse como voluntarios, como fue el caso al principio. Las tensiones dentro de la sociedad ucraniana son muy reales. Todo el mundo querría que la guerra se detuviera.

Pero todavía es necesario que se cumplan las condiciones para tal alto el fuego, y en primer lugar que Putin tenga interés en detener la guerra y respetar el compromiso de no agresión futura. Sin embargo, precisamente este no es el caso: el ejército ruso ha retomado la iniciativa. La guerra permite que el régimen se fortalezca dentro del país, que ha pasado al modo de economía de guerra. El reciente asesinato del opositor Alexey Navalny marca una nueva etapa en la represión política. El mundo entero se conmovió con razón al ver a miles de rusos contra la guerra desfilar y colocar flores frente a la tumba del opositor a Moscú. Desafortunadamente, a pesar de la emoción y la esperanza que este gesto hace nacer, nada permite presagiar en el inmediato un levantamiento popular capaz de cambiar algo desde dentro. El régimen putinista se alimenta ahora de la guerra, tanto a nivel interno como internacional, en donde su objetivo abierto es utilizar la agresión de Ucrania para reorganizar las relaciones de poder geopolíticas. Por el momento, es difícil imaginar que algo que no llegue a una rendición de Ucrania pueda satisfacerlo.

Por su parte, las y los ucranianos, en su abrumadora mayoría, no están dispuestos a aceptar la rendición. Podemos hablar tanto como queramos de un alto el fuego inmediato como la alternativa al apoyo militar, pero debemos tener en cuenta que estas son solo palabras vacías destinadas al público francés en el marco de la campaña electoral. Ciertamente, los combates tendrán que detenerse un día, y habrá un alto el fuego de una forma u otra. La pregunta es en qué condiciones para Ucrania ocurrirá: ¿estará en la ofensiva? ¿Estará lo suficientemente armada y apoyada para estar en la situación más ventajosa? ¿Cuáles son las garantías de seguridad que estamos dispuestos a conceder en el caso altamente probable de una nueva invasión? Estamos en un momento de gran incertidumbre sobre la evolución de la situación, que dependerá de muchos factores. Y en la incertidumbre, lo más razonable y justo es seguir apoyando la ayuda militar a Ucrania.

Soy consciente de que es difícil como feminista asumir tal posición. Esto afecta a la cuestión de la identidad del movimiento, su antimilitarismo y la oposición al Estado. La resistencia ucraniana se ha convertido en la espina de todas las organizaciones anticapitalistas, feministas y antiimperialistas. Algunos han preferido preservar la pureza de sus principios en detrimento del análisis de la situación y la solidaridad concreta. Sin embargo, creo, y esto es lo que el manifiesto feminista ucraniano ya afirmaba en 2022, que el pensamiento y la práctica feministas son los más capaces de colocarse sistemáticamente del lado de la experiencia, en función de los intereses inmediatos de las mujeres víctimas de la opresión, pero también de las mujeres resistentes, dondequiera que estén. En Ucrania decenas de miles de mujeres resisten la invasión con armas; cientos de miles trabajan en servicios públicos cruciales, millones están involucradas en el voluntariado. Como feministas, debemos poder entender que nuestra acción se ajusta al punto de vista desde el que militamos.

En cuanto al apoyo a Palestina, actuamos dentro del campo que apoya al agresor. Por lo tanto, lo más eficaz es que luchamos contra el armamento y por el cese incondicional de los combates por parte de Israel. Es el mismo tipo de acción que intentan llevar a cabo, en la medida de sus fuerzas, las feministas rusas y bielorrusas hacia sus gobiernos. Pero en cuanto a Ucrania, estamos en un país que brinda apoyo a los agredidos. Mientras no haya otras opciones realistas, la solidaridad requiere que se asuma apoyar el envío de armas a Ucrania. Y que, contra las y los campistas de todo tipo, se proclame: “¡De Ucrania a Palestina, la ocupación es un crimen!”.


Traducido por Faustino Eguberri

Artículo original

Publicado orginalmente el 12 de marzo de 2024



Daria Saburova

Daria Saburova. Doctoranda en la Universidad de París Nanterre y profesora asociada en Sciences Po Lyon. Es miembro de la Red Europea de Solidaridad con Ucrania (RESU).