Las causas de la crisis ucraniana
Marko Bojcun
11 de diciembre
de 2023
La crisis ucraniana es producto de diversas circunstancias históricas que confluyeron en 2014. La primera de ellas -que es la base para la activación de todas las demás- es la situación en que se encontraba Ucrania en 1991, con el nacimiento de un nuevo Estado-nación al mismo tiempo que la vuelta al capitalismo. La segunda es el aislamiento de Ucrania respecto a los bloques económicos y securitarios regionales de los países del núcleo euro-atlántico en el Oeste y de la Federación rusa en el Este. La tercera es el resurgimiento del imperialismo ruso y la cuarta es la competencia permanente entre los imperialismos ruso y europeo por la inserción de Ucrania en sus propias estrategias transnacionales. La quinta circunstancia es la rivalidad global entre una potencia americana en declive y una potencia rusa fortalecida en Europa. Consideramos a Rusia como la fuerza proactiva que ha militarizado e internacionalizado la crisis ucraniana en 2014, al apoderarse de Crimea y armar el levantamiento separatista en el Este, lo que ha puesto en primer plano la cuestión de la seguridad europea y hecho inevitable una confrontación entre Rusia y Estados Unidos. Pero esta última circunstancia tiene también un cierto potencial para desarrollar diferencias en el seno del bloque euro-atlántico, entre Estados Unidos de una parte y los países europeos más poderosos de otra.
La fragilidad del Estado ucraniano
La revuelta del Maidán en 2013 -al igual que en 2004- fue motivada por la incapacidad de la nueva clase dirigente ucraniana para compartir democráticamente el poder o para invertir en el desarrollo de su propia sociedad. La ausencia de legitimidad democrática o del consenso social necesario debilitó al Estado y redujo su capacidad para hacer frente a los desafíos y aprovechar las oportunidades ofrecidas por las potencias vecinas.
Durante el último cuarto de siglo hemos asistido tanto al desarrollo de un nuevo Estado-nación como a su transición incompleta hacia una economía capitalista. La construcción del Estado y la privatización de los activos nacionalizados han sido procesos no sólo paralelos, sino también simbióticos. El Estado fue creado como instrumento para el traspaso masivo de esos activos a manos de una clase muy reducida, que llamamos los oligarcas. Esta clase social adaptó después el Estado para garantizar nuevos ciclos de enriquecimiento, a costa del trabajo vivo, representado por el sector privado en pleno crecimiento.
A su vez, la vieja burocracia estaliniana no fue expulsada de la economía planificada que se había hundido. Encontró su propia vía hacia el control individual y colectivo de los «altos mandos» económicos, posibilitando así su renacimiento en la esfera política, donde se ha convertido en el actor absolutamente dominante en el sistema multipartidista.
El Estado se basaba en el frágil consenso social de un pueblo que creía en la promesa de prosperidad que se derivaría de la salida de la Unión Soviética y de la adhesión a Occidente. Al no cumplirse esta promesa, las masas ucranianas han manifestado su frustración y su cólera en 1994, 2001 y 20041, pero las protestas cada vez más masivas fueron vencidas porque nunca lograron un cambio fundamental. Los ucranianos son hoy día más pobres de lo que eran durante el último año de la Unión Soviética, y sufren más desigualdades que en aquella época. Su influencia sobre las políticas públicas y las instituciones del Estado sigue siendo escasa, aunque han conseguido recobrar en varias ocasiones sus derechos a la libertad de expresión, de reunión y de autoorganización.
Por tanto, la actual crisis está ligada sobre todo a la incapacidad del Estado nuevamente independiente para responder a las aspiraciones básicas de las masas, para quienes se creó en 1991. El Maidán del invierno 2013-2014 ha sido la última revuelta contra la decepción de estas expectativas, un movimiento de masas que rápidamente ha socavado el poder de la nueva clase dirigente y expulsado del país a su facción más poderosa, aunque finalmente no ha conseguido expulsarla de las instituciones políticas y económicas. Aunque el Maidán ha demostrado ser una amenaza suficiente para forzar a Rusia -el gendarme de la clase dirigente transnacional en la región- a intervenir y apoderarse de Crimea, armar la insurrección revanchista en el Donbás e impedir que el proceso revolucionario se extendiese al Este y al Sur del país.
Aislamiento internacional del Estado ucraniano
La segunda circunstancia histórica que ha contribuído al estallido de la actual crisis es la incapacidad del Estado ucraniano -y no sólo por su propia culpa- de integrarse con éxito en la alianza euro-atlántica o en la alianza dirigida por Rusia. El aislamiento respecto a estos dos proyectos de integración ha vuelto a Ucrania particularmente vulnerable a cualquier modificación del equilibrio de poderes en la región.
Después de la derrota de Leonid Kravchuk en las elecciones presidenciales de 1994, Leonid Kuchma intentó crear una clase dirigente nacional que ocupara su propio espacio en la economía política internacional. Su estrategia consistía en excluir a los capitalistas rusos y occidentales de las primeras etapas de la privatización a gran escala de los bienes del Estado, en acumular riquezas en el interior del país y proceder a una modernización tecnológica, para preparar al país para la adhesión a la Unión Europea y a su mercado único. La estrategia de Kuchma fracasó porque el gobierno no consiguió forzar a sus propios capitalistas a modernizar y diversificar la economía nacional, conservando sus activos en el país. En lugar de ello, Ucrania se ha vuelto un país rico en energía, en materias primas y en mano de obra barata, que exporta minerales y productos agrícolas intermedios, energía y productos químicos, bienes y mercancías exportadas por los oligarcas2. A pesar del rápido ritmo de recuperación económica, gracias al crecimiento de las exportaciones, el correspondiente aumento de los salarios y el ascenso del sector de servicios han sido desiguales de una región a otra: el salario medio en el Este del país alcanzaba los 700 grivnas (UAH) a mediados de 2004, mientras que era sólo de 500 grivnas (UAH) en el Oeste. El crecimiento de las desigualdades económicas sociales y regionales, asociado a la represión cada vez más fuerte del régimen, fue el elemento desencadenante de la revolución naranja de 2004.
Desde el segundo mandato de Leonid Kuchma y el primero de Vladimir Putin como presidente de la Federación rusa, los capitalistas rusos han realizado grandes inversiones en la economía ucraniana. El sucesor de Kuchma en 2004, Viktor Yushchenko, intentó contrapesar este avance ruso atrayendo capitales europeos. En 2008, la economía ucraniana estaba muy saturada de inversiones occidentales y rusas, lo que no ha permitido diversificarla o modernizarla. Al contrario, cada parte ha querido integrar los recursos naturales, la mano de obra barata y los mercados de Ucrania en sus cadenas de producción y de consumo regionales tecnológicamente primitivas.
La crisis financiera de 2008 impidió a ambas partes reivindicar una posición dominante. No obstante, los oligarcas ucranianos conservaban la esperanza de mantenerse como una clase independiente de capitalistas en la economía política mundial. Resistieron a los proyectos de intergración de Rusia: la Comunidad de Estados Independientes y la Unión aduanera. La Unión Europea, por su parte, no los quería en su seno y no dejó ninguna duda sobre ello al rechazar en 2005-2007 las demandas de adhesión presentadas por Viktor Yushchenko, el más pro-occidental de todos los dirigentes ucranianos. Por otra parte, los mayores países de la UE -Alemania, Francia e Italia- resistieron con firmeza los imtentos de proponer a Ucrania adherirse a la OTAN.
De esta manera, Ucrania se ha encontrado en una zona gris entre una Europa dirigida por Estados Unidos y Rusia. Una capa entre dos superficies, cuyas fricciones han aumentado al debilitarse la influencia de Estados Unidos en Europa y acrecentarse la de Rusia.
La renovación del imperialismo ruso
El tercer factor histórico de la actual crisis es el renacimiento de las ambiciones imperialistas rusas. A lo largo de los años 1990, los gobiernos occidentales intentaron integrar a los países de Europa central y a los Estados bálticos en la UE y la OTAN, manteniendo a Ucrania, Rusia y Bielorrusia a distancia de su proyecto de integración.
A partir de los años 2000, Putin comenzó a restaurar la posición de Rusia como potencia importante en Eurasia. Se dedicó sobre todo a restablecer el control del Estado sobre los recursos energéticos y minerales de Rusia y a promover cierto número de empresas nacionales como líderes de dichos sectores. La renovación de los lazos económicos con los países vecinos sentaría más adelante las bases de un status competitivo transnacional para los mayores productores de energía y de minerales3.
En términos de estrategia, aunque a diferente escala, el modelo de imperialismo de Rusia es similar al de Estados Unidos en el siglo XX: proporcionar una protección militar al país a cambio de su lealtad a la política exterior rusa, y abrir el acceso a los mercados rusos suprimiendo obstáculos a la penetración del capital ruso en las economías nacionales. La diferencia con Estados Unidos es que la expansión rusa se basa en sus ventajas competitivas en los mercados mundiales de carburantes, energía y recursos naturales, mientras que el capitalismo americano se ha extendido a escala mundial con una base de producción mucho más diversificada y una demanda interior ya saturada.
La economía rusa no depende de la demanda interior y no la satisface. No está diversificada y su burguesía no está dispuesta a invertir masivamente en la diversificación. La propiedad en Rusia es demasiado arriesgada, el acceso a lo recursos y a los mercados nacionales depende de la autorización del gobierno, y las mejores garantías de seguridad y oportunidades de inversión para los capitales rusos se encuentran en el extranjero. Por consiguiente, como la economía rusa no está diversificada, el capital ruso se ha repartido sectorial y geográficamente a lo largo de cadenas transnacionales de producción, comercio e inversión.
Según un informe de 2008 de Deutsche Bank, Rusia fue en 2006 el mayor inversor internacional entre los países BRIC. Las inversiones directas extranjeras (IDE) de Rusia son dos veces mayores que las de sus rivales más cercanos, India y China: Rusia ha invertido 160.000 millones de dólares (frente a 20.000 en 2000) y se ha convertido en la segunda fuente de IDE después de Hong Kong. Los capitales privados rusos se han invertido primero en el extranjero cercano, después se han desplazado más lejos en busca de nuevos mercados, financiación y nuevas tecnologías, principalmente en los sectores de carburantes, energía y metalurgia.
Una encuesta realizada entre las 25 mayores empresas rusas ha mostrado que el 52% de sus IDE se han colocado en Europa occidental, 22% en el extranjero cercano y 11% en Europa del Este. Varias empresas rusas, como Evraz, Severstal, Lukoil y Gazprom, han realizado nuevas adquisiciones de importancia en el extranjero en 2008: en Ucrania, Bielorrusia, Italia, Canadá, Estados Unidos. En esta época, las grandes multinacionales de origen ruso incluían a Sistema, Sovcomflot, Norilsk Nickel y Basic Element. En 2010, la IDE de las empresas rusa superó los 200.000 millones de dólares, orientada principalmente hacia la CEI y la UE4.
Durante los últimos quince años, Rusia ha intentado atraer a Ucrania a su esfera tradicional de influencia. Ha intentado preservar una producción conjunta en los sectores de ingeniería, defensa, aeroespacial y otras industrias de alta tecnología que sobrevivieron al hundimiento de la Unión Soviética. Pero los capitales rusos también buscaban nuevos horizontes, y Ucrania sólo era una etapa en la ruta principal de su expansión hacia Europa central y occidental. Ucrania disponía de vías de distribución y capacidades de tratamiento necesarias para las industrias energéticas, mineras y químicas rusas. Los productores rusos hicieron sus primeras adquisiciones transfronterizas en 20005. Pero los gasoductos y oleoductos que atraviesan Ucrania y conectan a los proveedores rusos con los consumidores europeos -la valiosa facilidad de tránsito- han quedado en manos del Estado.
La presidencia de Yanukóvich
Bajo la presidencia de Víktor Yanukóvich, asistimos a una creciente alienación de las masas respecto de la vida política, a turbulencias económicas en la línea de la crisis financiera de 2008 y a un dilema al que se enfrentaba el Estado: aceptar las condiciones rusas u occidentales para participar en sus proyectos de integración. La mezcla de estos tres factores explotó finanmente durante el invierno 2013-2014.
Yanukóvich derrotó con claridad a Yulia Timoshenko en las elecciones presidenciales de 2009, con un programa de estabilidad política y de restablecimiento de los vínculos económicos con Rusia6. Su predecesor Yushchenko estaba en desacuerdo con la Primera Ministra sobre la política respecto a Rusia. Timoshenko sufrió de lleno la crisis financiera de 2008 y negoció un préstamo de urgencia con el FMI en 2009. Las relaciones ruso-ucranianas estaban dominadas por conflictos sobre el coste del gas ruso y su transporte hacia Europa. La empresa pública Naftogaz de Ucrania se encontraba cada vez más endeudada con Gazprom, y el gobierno ruso se sirvió de esta deuda para presionar a Ucrania en algunas cuestiones.
Yushchenko intentó contrapesar la creciente penetración económica de Rusia abriendo el país a las inversiones occidentales. Este flujo se detuvo bruscamente con el inicio de la crisis financiera de 2008, que afectó a los bolsillos de la gente corriente y convenció a suficientes electores, incluso en el oeste nacionalista del país, para dar una oportunidad a Yanukóvich. La llegada de oligarcas vestidos con trajes de Armani en limusinas de cristales tintados para asistir a la investidura de Yanukóvich en Kíiv, en enero de 2010, fue para todo el mundo una anticipación de los cambios por venir.
Yanukóvich elaboró estratagemas para sonsacar sobornos a todas las empresas que sus ministerios autorizaban comerciar. Estas prebendas le convirtieron en un auténtico magnate (representado nominalmente en el sector privado por su hijo Oleksander). Yanukóvich creó un círculo estrecho con siete de los capitalistas más influyentes, denominado La Familia. Salvó de la quiebra al negociante en gas Dmytro Firtash, proporcionándole 12.000 millones de metros cúbicos de gas ruso para resolver un conflicto entre Rosukrenergo, la sociedad de Firtash, y Naftogaz de Ucrania, creada bajo Yushchenko y Timoshenko, y que habían intentado excluir. Rosukrenergo se convirtió en un intermediario entre Gazprom y Naftogaz en el marco de una operación que permitió a los presidentes ruso y ucraniano, así como a algunos oligarcas, sacar provecho del tránsito de gas entre Estados. Gazprom abrió una línea de crédito de 11.000 millones de dólares a Firtash, que utilizó para tomar participaciones monopolísticas en diversos sectores, como la transformación de abonos, las instalaciones portuarias, la banca y la cadena de televisión nacional Inter.
Rinat Akhmetov, el hombre más rico del país, también se benefició de la bendición de Yanukóvich al conceder a su sociedad DTEK el monopolio de las exportaciones de electricidad. El presidente autorizó también a la autoridad nacional de regulación de la energía a aumentar las tarifas pagadas por las colectividades locales y regionales a DTEK por la electricidad producida en centrales de carbón, para que alcanzasen niveles comparables a los pagados a las centrales nucleares pertenecientes al Estado. Akhmetov y Firtash ganaron las adjudicaciones para la privatización de los proveedores regionales de electricidad. Ambos nombraron a sus representantes en la comisión nacional de regulación de la energía para asegurarse seguir percibiendo beneficios excesivos en sus empresas de gas y de electricidad7.
En noviembre de 2012, el presidente Yanukóvich firmó una convención de doble imposición con el gobierno chipriota para sustituir a un acuerdo que databa de la era soviética. Con ello preservaba un canal que utilizaban las mayores empresas para transferir sus beneficios en el extranjero o llevarlos a Ucrania en forma de inversiones y de préstamos en el extranjero, sometidos a un impuesto sobre las plusvalías mucho más débil.
La exportación de capitales hacia los paraísos fiscales se realiza también por otros canales utilizados por empresas ucranianas o extranjeras. Privan cada año a los presupuestos de Estado de unos fondos que ascienden entre 10.000 y 20.000 millones de dólares.
Inmediatamente después de entrar en funciones, Yanukóvich comenzó a reforzar el control presidencial sobre los poderes legislativo y judicial, la oficina fiscal y la administración de la ciudad de Kíiv. Se reescribieron las reglas del juego, para permitir al Partido de las Regiones obtener con más facilidad una mayoría parlamentaria. En agosto de 2012, se anuló la ley por la que se elegía el conjunto de la Rada Suprema por representación proporcional de los partidos. En adelante, la mitad de los diputados sería elegida en forma proporcional entre los partidos que hubiesen franqueado el umbral del 5%, y el resto por escrutinio uninominal. La nueva ley proporcionaba al partido presidencial de las Regiones un mecanismo para financiar a sus representantes en forma de candidatos independientes en circunscripciones uninominales. Permitió también engañar a los observadores independientes en las comisiones electorales locales e introducir un recuento fraudulento de los votos en la comisión electoral central.
Las elecciones legislativas de octubre fueron las más sucias desde las presidenciales de 2004, que desencadenaron la revolución naranja. Permitieron a Yanukóvich obtener la mayoría en la Rada, gracias a la representación proporcional de las listas del Partido de las Regiones y a candidatos nominalmente independientes surgidos de circunscripciones de escrutinio uninominal8.
Además de los arreglos de cuentas con rivales poderosos, el encarcelamiento de Yulia Timoshenko y de Yury Lutsenko (antiguo Ministro del Interior), con prohibición de ejercer cualquier función pública durante siete años, jugó un papel en la intimidación de la oposición parlamentaria y extraparlamentaria. Las agencias de seguridad del Estado vigilaron a los candidatos de la oposición, a los analistas independientes, a los rectores de universidad y a los periodistas de investigación. El intento de reducir al silencio a los medios de comunicación resultó finalmente infructuoso pero la difamación de los funcionarios se convirtió en un delito penal. Esta ofensiva tenía bastante en común con la transición hacia la «democracia soberana» que se había producido en la vecina Rusia algunos años antes.
La economía
El crecimiento económico del período 2000-2008 fue debido a la afluencia de inversiones directas extranjeras en el mercado nacional de venta minorista y a los principales productos de exportación: materias primas, productos semiacabados, productos químicos y géneros alimentarios. Tras el hundimiento de los precios extremadamente hinchados de estos productos básicos en 2008, el PIB cayó al año siguiente más de un 15%, el mayor descenso en Europa del Este después de Letonia. La deuda total de los sectores privado y público aumentó hasta alcanzar los 103.000 millones de dólares, el 88% del PIB de 20089. Los precios de los productos básicos volvieron a subir a finales de 2009, pero la demanda internacional no se mantuvo a largo plazo. El PIB anual oficial de Ucrania volvió a aumentar un poco más del 5% en 2011, pero después cayó y en 2012-2013 no registró ningún crecimiento. En 2014, el PIB comenzó a disminuir debido a varios factores: la debilidad persistente de la demanda exterior, las salidas masivas de capitales, la anexión de Crimea por Rusia y la guerra en el Este del país.
El comercio
El comercio exterior de Ucrania se caracteriza por los siguientes elementos:
El volumen de sus intercambios con el mercado único de la UE y con Rusia ha fluctuado a lo largo de los años. La tendencia general ha sido una posición estable de Ucrania como principal socio comercial de Rusia. En vísperas de la crisis, la UE y Rusia representaban cada cual un tercio del comercio total de Ucrania. En 2014, a consecuencia del embargo comercial decretado por Rusia contra exportaciones ucranianas y la prohibición por el gobierno ucraniano del comercio [con Rusia] en el sector de la defensa, la parte de Rusia en los intercambios comerciales de Ucrania cayó al 21%, mientras que aumentó la parte de la UE hasta alcanzar el 35%.
Ucrania ha tenido cada año un balance comercial negativo con Rusia a causa de su dependencia respecto del petróleo y el gas rusos y turkmenos (transportados por Rusia).
Ucrania anuncia cada año un balance comercial negativo con la UE a causa del desfase entre el valor económico de los bienes importados de la UE (máquinas, bienes de consumo duraderos) y el de los bienes exportados hacia la UE (materias primas y productos semielaborados).
Ucrania ha cubierto su balance comercial negativo con Rusia y la UE generando excedentes comerciales con el Este de Asia, el Oriente Medio y África.
El comercio exterior se mantuvo equilibrado o excedentario en tanto la demanda para las principales exportaciones se mantenía elevada, durante el período 2000-2008. Después, el balance comercial deficitario aumentó cada año, alcanzando los 15.000 millones de dólares en 201210.
En 2013, Rusia lanzó una guerra comercial contra Ucrania en respuesta a los primeros signos de relajación de las barreras comerciales entre Ucrania y la UE, preludio de la esperada firma de un acuerdo de libre cambio. Rusia afirmó que los exportadores de la UE utilizarían a Ucrania para inundar el mercado ruso con sus productos. Rusia prohibió las importaciones de productos lácteos, frutas, legumbres, carne, aceite de girasol y alcohol ucranianos.
Las inversiones
Las inversiones directas extranjeras anuales dieron un salto después de la revolución naranja, pasando de los 1.700 millones de dólares en 2004 a 9.200 millones en 2007. Durante estos años, Ucrania se clasificó detrás de China en términos de inversión entrante por habitante11. Por primera vez, la mayor parte de las inversiones transitaron por el sistema bancario, y muchos bancos extranjeros abrieron filiales en Ucrania para conceder préstamos a las medianas y pequeñas empresas. La mayor parte de las IDE estuvieron dedicadas a los créditos a la exportación a empresas agrícolas y mineras, créditos al consumo, sector inmobiliario y comercio interior de productos de lujo importados12.
La parte de capitales extranjeros en los bancos ucranianos pasó del 13% a más del 50% entre 2004 y 2008. Durante este período, los bancos de seis miembros de la UE detentaron hasta el 30% del capital bancario. Las instituciones financieras rusas detentaban el 10%. La parte europea estaba represantada principalmente por grandes bancos comerciales, destacando el banco austríaco Raiffeisen, los italianos Unicredit e Intesa San Paolo, y el francés BNP Paribas. La parte de Rusia se repartía principalmente entre bancos de Estado, como VTP, Vnesheconombank, Sberbank, BM Bank y Prominvestbank, así como otros cuatro bancos ligados al Kremlin13.
La crisis financiera internacional de 2008 obligó a los centros de capitales extranjeros a modificar sus posiciones en el mercado ucraniano. Confrontados a graves problemas en sus propios países, los bancos que habían adquirido las redes nacionales de varios bancos ucranianos se vieron forzados a venderlas. Los oligarcas ucranianos, que habían vendido sus bancos a valores contables favorables, los volvían a comprar ahora con una fuerte desvalorización. Los bancos rusos, por su parte, estaban mejor protegidos de la crisis financiera gracias a los generosos préstamos concedidos por sus fondos soberanos, y consolidaron su posición en el sistema bancario ucraniano. Pero al final los mayores ganadores fueron los bancos privados ucranianos, que aumentaron su parte de activos en el sistema bancario, del 40% al 50% entre 2008 y 2012. Los bancos públicos ucranianos Oschdbank y Ukreximbank también aumentaron su parte del 11% al 15% en el mismo período14.
La parte total de capitales bancarios extranjeros cayó al 34% en 2014. La parte de capitales rusos alcanzó el 12%, lo que le convierte en el primer inversor, el doble del 6% de su concurrente más cercano, Chipre. No hay que olvidar que una parte importante de los capitales extranjeros de Chipre provenía en origen de Rusia. Después de quince años de inversiones extranjeras, los capitales rusos han penetrado profundamente, no sólo en el sistema bancario ucraniano, sino también, y esto es importante, en los sectores de transformación y de fabricación: petroquímica, agroquímica, producción alimentaria, papel, materiales de construcción, acero, metales no ferrosos, máquinas y armamento. Ocupa también posiciones sólidas en los medios de comunicación, las telecomunicaciones, los seguros, la información comercial y las tecnologías de la información15.
La deuda
La deuda pública de Ucrania (incluyendo la deuda del sector privado garantizada por el Estado) aumentó ligeramente entre 2000 y 2007, alcanzando los 18.000 millones de dólares, el 12% del PIB. Después aumentó rápidamente, hasta alcanzar un pico de 73.000 millones de dólares en 2013. La deuda exterior bruta del país (incluyendo la deuda del sector privado) representaba el doble de esa cantidad, 142.500 millones de dólares, lo que equivalía al 78,3% del PIB en 201316.
En agosto de 2008, el gobierno de Timoshenko obtuvo del FMI un préstamo de 3.400 millones de dólares, en forma de derechos de emisión especiales, con el objetivo de salvar a los bancos del país y reembolsar la deuda del Estado por las importaciones de gas ruso. El gobierno Yanukóvich, dirigido por el Primer Ministro Mykola Azarov, fue responsable del aumento de la deuda pública en 40.000 millones de dólares suplementarios durante los cuatro años siguientes, de los cuales 20.000 millones de dólares en bonos del Tesoro y en euro-obligaciones; 6.850 millones de dolares en derechos especiales de emisión del FMI en agosto de 2010 y abril de 2013; 6.600 millones de dólares prestados por el gobierno chino en 2012; y 3.000 de los 15.000 millones de dólares ofrecidos por el gobierno ruso en noviembre de 2013 para persuadir a Yanukóvich para que no firmara el acuerdo de asociación y de libre cambio con la UE. Además de todo lo anterior, el gobierno ucraniano debe a Gazprom varios miles de millones de dólares por el gas17.
El reembolso de la deuda tiene un peso cada vez mayor en el presupuesto del Estado, representando el 40% de los gastos totales a finales de 2014. La deuda de Ucrania constituía una muy práctica palanca de influencia sobre su gobierno, tanto para Rusia como para Occidente. El FMI era el árbitro de la solvencia de Ucrania, como guardián de los mercados financieros internacionales. Intentó imponer sus condiciones al gobierno para reducir la propiedad del Estado en los servicios públicos y abolir las subvenciones a la población, los servicios públicos y las empresas.
El gobierno ruso utilizó la deuda de Ucrania y su dependencia respecto a los mercados de exportación rusos para influr en la firma de los acuerdos de Járkiv, en abril de 2010. Estos acuerdos preveían la prolongación del arriendo de Sebastopol y de otros puertos de Crimea para la marina rusa hasta 2042, a cambio de gas más barato. En junio del mismo año, la Rada Suprema excluyó la adhesión a la OTAN de la estrategia de seguridad nacional del país, restableciendo así la condición de Ucrania como país no alineado. Yanukóvich aceptó también emprender negociaciones con Rusia para la fusión de la empresa pública Naftogaz de Ucrania con Gazprom y para la profundización de la cooperación inter-estatal en los sectores de defensa, aeroespacial y aviación.
Migración de la mano de obra
La circulación de la mano de obra muestra también las especificidades de la integración de Ucrania en la economía política internacional. Desde el hundimiento de la Unión Soviética, Ucrania ha exportado su mano de obra en dos direcciones: los trabajadores que viven en el este del país han migrado principalmente hacia Rusia, mientras que los del centro y oeste se han dirigido hacia la UE. Han sido millones, y el impacto de su migración en la economía ucraniana ha sido profundo, aunque controvertido. El país ha perdido personas cualificadas y bien educadas que se han ido a trabajar de forma ilegal o semilegal, en empleos mal pagados. Los vínculos sociales y familiares de las comunidades despobladas por las migraciones se han degradado en gran medida. Pero los trabajadores emigrantes han podido enviar a sus hogares parte de sus ingresos, por un volumen tal que, según algunas estimaciones, supera la cifra de las inversiones directas extranjeras en Ucrania. Sin estos envíos de fondos, la situación de la clase obrera sería mucho peor de la que es hoy. El impacto global de la migración de la mano de obra ha sido en todo caso negativo en términos de potencial de reproducción de la sociedad ucraniana18.
Elegir a uno o a otro
La migración de la mano de obra, el comercio, la repatriación de los beneficios de las inversiones directas extranjeras, el reembolso de la deuda y la fuga de capitales han sido las vías de salida de las riquezas de la economía ucraniana. La Unión Europea y la Unión económica euro-asiática son proyectos de integración regional que aspiran a reglamentar y a corregir de manera global estos flujos en las zonas que reconocen su jurisdicción. Por consiguiente, en 2013, el Estado ucraniano tuvo que escoger entre la UE y la Unión económica. La Unión económica fue creada en 2010, incluyendo a Rusia, Bielorrusia y Kazajistán, y constituyó el prototipo de la Unión económica euro-asiática, nacida en enero de 2015 junto a un cuarto miembro, Armenia. Se trataba de elegir entre «uno u otro», porque no era posible que Ucrania perteneciese a dos proyectos de integración a la vez. Los dirigentes de Rusia y de la UE ignoraron el hecho de que la economía ucraniana estaba estrechamente ligada a los mercados europeo y ruso, es verdad que de manera asimétrica, pero con la misma fuerza -con Occidente por la deuda, con el Este por el aprovisionamiento de energía, y con ambas partes por el comercio.
En 1994, la Unión Europea y Ucrania firmaron un acuerdo de colaboración y cooperación. Desde 2007, están en curso negociaciones para un acuerdo de asociación y de una zona común de libre cambio «profundizada», basada en la legislación, la política de competencia y las normas de productos ya vigentes dentro del mercado único de la UE. La Rada Suprema aceptó con urgencia en 2013 estas exigencias, que habrían podido añadir sustanciales costes a los sectores público y privado, para que los productos ucranianos fueran aceptables en el mercado de la UE. Con excepción de un período transitorio durante el cual los productos alimentarios de la UE y los coches ucranianos han estado protegidos de la competencia, la supresión de la casi totalidad de barreras tarifarias y no tarifarias ha expuesto a largo plazo a muchas empresas ucranianas a la competencia constante y perturbadora por parte de la UE.
Además, la oferta de la UE era «una integración sin instituciones»: a Ucrania no se le propuso la adhesión a la UE, ni siquiera la perspectiva de una adhesión. Quedaría excluída por tanto del proceso de toma de decisiones que conforma al mercado único de la UE, dentro del cual competirían sus propias empresas y trabajadores. Esta propuesta no era atrayente.
La Unión aduanera y su sucesora, la Unión económica euro-asiática, ofrecían a Ucrania algo diferente. Este proyecto de integración se encontraba mucho menos desarrollado que la Unión Europea. Rusia producía el 90% del PIB total de los países de la Unión aduanera, lo que significaba que Rusia dominaba la Unión independientemente de su estructura de gobierno formal. Las autoridades rusas consideraban este proyecto como uno de los principales medios para recuperar su condición de gran potencia. La agencia de prensa Sputnik saludó la creación de la Unión económica euro-asiática en enero de 2015 como «el nacimiento de un nuevo gigante». Putin la calificó de «poderosa asociación supranacional capaz de convertirse en uno de los polos del mundo moderno y de servir de vínculo eficaz entre Europa y la dinámica región de Asia-Pacífico».
Pero semejante puente no podía ser construido sin Ucrania. La diplomacia rusa se concentró en esta cuestión, intentando persuadir a Ucrania para que se uniese a la Unión prometiéndole generosas subvenciones energéticas si lo hacía, y sanciones comerciales si no lo hacía. Pero incluso bajo Yanukóvich y ante el deterioro de la situación económica, el gobierno continuó resistiendo. Existía una desconfianza fundamental entre Kíiv y Moscú, siendo el núcleo de esta desconfianza el rechazo de Rusia a reconocer la independencia de Ucrania19.
Este rechazo está arraigado en la larga historia de la dominación imperial rusa sobre Ucrania. En el plano ideológico, se expresa en afirmaciones de que no existe la nación ucraniana y que las personas que forman parte de ella son sólo los «hermanos pequeños» de la nación rusa (Malorosy). Desde su acceso a la independencia en 1991, los dirigentes ucranianos se han topado constantemente con las burlas de sus homólogos rusos: «¿cuándo vais por fin a despertaros y a dejar de jugar al juego de la construcción del Estado?» Putin expresó perfectamente la paradoja de la visión del Estado ucraniano de los dirigentes rusos cuando declaró a George W. Bush, en abril de 2008, en la cumbre de la OTAN en Bucarest, que Ucrania nunca había sido verdaderamente un Estado, pero que si intentaba sumarse a la Alianza, dejaría de existir como Estado20. No es de extrañar que Kíiv se haya resistido a unirse a Rusia en la Unión aduanera o en la Unión económica euroasiática.
A pesar de los acuerdos de Járkiv, que rebajaron el precio del gas ruso en 100 dólares por millar de metros cúbicos (tcm), Ucrania continuó pagando más que Alemania e Italia, que están mucho más alejadas de los campos gasíferos rusos. La vecina Bielorrusia se benefició de un precio más bajo, pero solo después de que su presidente Alexandre Lukachenko hubiese vendido su gasoducto de tránsito a Gazprom. Los ucranianos no estaban dispuestos a hacer lo mismo: en lugar de ello, comenzaron a diversificar sus fuentes de aprovisionamiento de gas, reduciendo las importaciones rusas de 57 millones de metros cúbicos (mcm) en 2007 a 33 mcm en 2012 y a 26 mcm en 201321.
El 22 de noviembre de 2013, Putin y Yanukóvich se reunieron en Moscú, después de que este último anunciase que no firmaría el acuerdo de asociación y libre cambio europeo en la próxima cumbre de la Asociación oriental de la UE en Vilnius. Cuando la noticia llegó a Kíiv, varios centenares de personas se reunieron en Maidán para protestar, exigiendo que Yanukóvich firmase los acuerdos.
El 29 de noviembre, en una conferencia de prensa en Vilnius, Yanukóvich declaró: «Tenemos grandes dificultades con Moscú. Desde hace tres años y medio estoy solo frente a Rusia en condiciones muy desequilibradas»22. Y propuso la siguiente solución: comprometer a Moscú en negociaciones trilaterales con la UE y con Ucrania. Pero los funcionarios de la UE rechazaron su propuesta.
Hablando en la sesión plenaria de la Asociación oriental, Yanukóvich insistió en que no rechazaba los acuerdos, pero que deseaba continuar las negociaciones con el fin de «minimizar las consecuencias negativas del período inicial, que serán resentidas por los ucranianos más vulnerables»: «Por desgracia, Ucrania se ha enfrentado recientemente a graves problemas financieros y económicos […] (necesitamos) una asistencia macrofinanciera, […] la recuperación de la cooperación con el FMI y el Banco Mundial, […] la revisiòn de las restricciones comerciales en condiciones especiales, […] la implicación de la UE y de las instituciones financieras internacionales en la modernización del sistema ucraniano de transporte de gas […] como punto clave […] para asegurar la independencia energética de Ucrania, […] para eliminar las contradicciones y resolver los problemas de cooperación comercial y económica con Rusia y otros miembros de la Unión aduanera ligados a la creación de una zona de libre cambio entre Ucrania y la UE»23.
Se había pedido a Yanukóvich que escogiese entre Rusia y Occidente, pero el quería cooperar con las dos partes para hacer frente a los problemas crecientes del país.
Maidán
Cuando Yanukóvich pronunció estas palabras, el número de manifestantes en el Maidán de Kíiv se elevaba ya a varios millares. Nadie prestaba atención a las enormes lagunas de los acuerdos. Nadie prestaba atención al hecho de que la UE sólo estaba dispuesta a ofrecer 10 millones de euros de ayuda al gobierno para el servicio de su deuda de mil millones de dólares24. Los manifestantes sólo entendieron la reticencia de Yanukóvich a firmar los acuerdos como un rechazo de la UE bajo la presión de Moscú. En la noche del 29 al 30 de noviembre, los estudiantes que habían instalado un poblado de tiendas de campaña en el Maidán fueron duramente reprimidos por las fuerzas especiales del Ministerio de Interior y decenas de ellos fueron encarcelados. El trato recibido suscitó una viva indignación en la capital, y al día siguiente centenares de miles de personas acudieron al Maidán.
La crisis ucraniana se internacionaliza
Los acontecimientos que se desarrollaron en diciembre, enero y febrero, conocidos en el mundo entero con el nombre de Maidán, fueron una lucha de masas por derrocar el régimen político de Víktor Yanukóvich. Aunque él mismo fuera alejado del poder, no ocurrió lo mismo con la clase oligárquica como tal, a cuya voluntad e intereses estaba al servicio el régimen. En cambio, se escindió entre un residuo de la facción de Yanukóvich y un grupo de oligarcas que huyeron hacia la frontera oriental y prepararon su revancha en forma de un movimiento separatista, y un segundo grupo de oligarcas que conservaron el control de las instituciones del Estado en Kíiv. Y lo que es más importante, el Maidán no logró explotar el potencial revolucionario de este momento histórico. No logró liberar las instituciones del Estado de los oligarcas, poner en cuestión su dominación sobre la economía, o proponer un programa alternativo de desarrolllo socio-económico.
Pero el resultado de la lucha del Maidán contra el régimen de Yanukóvich -implicando cada vez más a la clase oligárquica dividida entre estos dos campos- no se decidió únicamente por las fuerzas interiores. Aunque no al comienzo de la movilización de masas, ciertamente hacia el final del régimen Rusia y Estados Unidos intentaron influenciar el curso de los acontecimientos, sacando partido de su enorme poder. Pero fue Rusia la que de manera decisiva llevó la lucha por el poder en Ucrania al nivel de una crisis internacional. Cuando la posición de Yanukóvich en Kíiv se volvió más precaria, los dirigentes rusos desplegaron fuerzas militares en la frontera con Ucrania y reforzaron su posición en las bases navales alquiladas en Crimea. Tras la huída de Yanukóvich de Kíiv, las tropas rusas tomaron el control del gobierno de Crimea, de las líneas de comunicación y de los centros urbanos de la península, y asediaron las bases militares locales.
Al apoderarse de Crimea, Rusia violó el memorándum de Budapest, que había firmado junto a Estados Unidos y Reino Unido en 1994, por medio del cual los firmantes se comprometían a respetar la integridad territorial y la soberanía de Ucrania a cambio del abandono por esta última de sus armas nucleares, que fueron transferidas a Rusia. También violó Rusia el Tratado de amistad, cooperación y asociación que había firmado con Ucrania en 1998. Violó la Carta de las Naciones Unidas al modificar por la fuerza las fronteras internacionales, que justificó con el hecho de que las potencias occidentales habían hecho lo mismo al apoyar la secesión del pequeño Estado de Kosovo respecto a Serbia. Más adelante, Putin admitiría que Crimea fue ocupada y anexionada por orden suya25, y el agente del FSB ruso Igor Girkin-Strelkov, que sirvió en Crimea antes de ser enviado al Donbás26, explicó en una entrevista a Neuromir TV que fueron las fuerzas armadas rusas, y no las autoridades locales, quienes organizaron el autodenominado referéndum27.
Los planes de Putin eran mucho más ambiciosos. Según el diario moscovita Novaia Gazeta, fueron seleccionadas ocho regiones para escindirse de Ucrania. En caso de éxito, Rusia habría dispuesto de un corredor terrestre que iría de su frontera occidental a Crimea y la Transnitria, y Ucrania habría quedado completamente cortada del mar Negro. A fin de cuentas, las fuerzas militares rusas y ucranianas creadas con su ayuda no tomaron más que partes de dos regiones, Donetsk y Luhansk. De partida, no ocuparon más que el 4% del territorio ucraniano en 2014, y el 5% tras la ofensiva separatista de enero de 2015, aunque la zona ocupada representaba una parte mucho más importante del PIB y de los ingresos de exportación de Ucrania.
El movimiento separatista fue lanzado por miembros del Partido de las Regiones cuando se hizo evidente que su influencia en Kíiv se estaba hundiendo. Rinat Akhmetov, uno de los principales beneficiarios del patronazgo de Yanukóvich, con negocios concentrados en el Donbás, aportó la financiación inicial de los grupos armados. El objetivo declarado de los separatistas era proteger a la población rusófona de la región contra los «fascistas» y los «banderitas» que llegarían de Kíiv para proceder a una limpieza étnica. Pero su verdadero objetivo era impedir al Maidán desplazarse hacia el Este, donde se concentraban los activos industriales y el poder de los oligarcas. Los residuos del régimen oligárquico se unieron a esta plataforma separatista en el Este y comenzaron a hacerla bascular para derrocar al gobierno de Kíiv.
Las filas de los separatistas fueron reforzadas por nacionalistas rusos, fascistas, mercenarios y soldados «de permiso». Residentes rusos se pusieron a la cabeza de la autodenominada República Popular de Donetsk (Alexandre Boroday) y de su cuartel general ilitar en Sloviansk (Igor Girkin-Strelkov) y expulsaron al dirigente de origen ucraniano Pavel Gubarev (antiguo miembro de la Unidad Nacional Rusa neo-nazi)28. Cuando el gobierno de Kíiv lanzó su campaña militar contra estos grupos armados y sus autoproclamadas repúblicas, Rusia aumentó sus entregas de personal militar y armas, tanto en calidad como en cantidad. Las llamadas repúblicas de Donetsk y de Lugansk disponían de cierta base social y de personal cualificado en la región, pero sus capacidades militares, diplomáticas y financieras dependían casi enteramente del Kremlin.
El principal motivo de Rusia para apoderarse de Crimea y apoyar al movimiento separatista en el Este no era conquistar territorios, sino sobre todo reprimir el Maidán y restaurar la influencia rusa sobre el gobierno de Kíiv, influencia que hasta entonces había sido garantizada por Yanukóvich. El Maidán no amenazaba sólo los intereses de Rusia en Ucrania: mostraba que los gobiernos capitalistas oligárquicos de la región podían ser derrocados por un levantamiento popular duradero.
El objetivo de Rusia era impedir la continuación de la integración de Ucrania en la Alianza Atlántica por medio de un acuerdo de asociación o un régimen comercial con la UE, o por la vía de la adhesión a la OTAN. Le preocupaban las consecuencias económicas que tendría para ella misma un régimen de libre cambio entre la UE y Ucrania y la posibilidad de que la asociación con la UE se volviese para Ucrania una puerta escondida hacia la OTAN. Pretendía garantías de acceso a los mercados ucranianos para los capitalistas rusos y una protección contra la competencia de los productores y los inversores europeos. Deseaba ver un gobierno en Káiv que se coordinara con sus políticas económicas y de seguridad y con las estrategias regionales y mundiales de Rusia, lo que conduciría finalmente a la adhesión de Ucrania a la Unión económica euro-asiática y a una alianza de seguridad dirigida por Rusia.
La elección del momento y los cálculos de Rusia
¿Por qué Rusia escogió este momento para apoderarse de Crimea e intervenir en las regiones orientales? Rusia era militarmente más débil que Estados Unidos, pero sólo en un sentido comparativo abstracto. Con el despliegue efectivo de sus fuerzas regulares, Rusia era más fuerte que la OTAN en su entorno próximo. Sus vecinos inmediatos eran militarmente débiles y la OTAN no había logrado proyectar o mantener su fuerza en la región. La Alianza no estaba en condiciones de cumplir sus compromisos de defensa mutua en Europa del Este por razones puramente logísticas: no disponía de bases avanzadas significativas y no estaba en condiciones de desplegarlas rápidamente. Como declaró el Ministro estonio de Defensa, Sven Mikser, el 24 de junio de 2015: «Putin cree tener una ventaja regional».
Lo que más pesó en los cálculos de Putin fueron las divergencias políticas entre Estados Unidos y sus aliados europeos sobre las relaciones con Rusia. Según una encuesta llevada a cabo por el Pew Research Center, los dirigentes de Alemania, Francia e Italia no estaban dispuestos a defender a los Estados miembros de Europa del Este, como Letonia, Lituania o Estonia, si fueran atacados por Rusia29. La creciente oposición de la opinión pública americana a las campañas militares en el extranjero imponía también grandes limitaciones a la administración americana.
Todos estos factores dieron a Rusia el ánimo para intervenir rápidamente en Ucrania, para lo que estaba preparada. Había construído bases militares y las había empujado más allá de sus fronteras. Tras el hundimiento de la Unión Soviética, la Federación rusa había mantenido bases militares en Bielorrusia, la moldava Transnitria, Kirguistán, Tayikistán y Kazajistán. Después del ascenso de Putin a la presidencia, se crearon nuevas bases, y las existentes en Bielorrusia, Armenia, Georgia y Ucrania fueron equipadas con armas suplementarias. En 2014, tras la anexión de Crimea, Moscú anuló los acuerdos concluídos con Ucrania sobre sus bases de Sebastopol, Kerch y otras partes de Crimea. En enero de 2015, el Ministro ruso de Defensa presentó una nueva doctrina militar y anunció su intención de gastar 20 billones de rublos (310.000 millones de dólares) de aquí a 2020 para mejorar las capacidades militares en Crimea, Kaliningrado y el Ártico30.
En brazos de las potencias occidentales
Si el objetivo de Putin era disuadir a Ucrania de establecer vínculos más estrechos con la OTAN, sus decisiones tuvieron el efecto inverso. La Rada Suprema anuló la condición de país no alineado y pidió al gobierno volver a conectar con la OTAN. El gobierno pidió a la OTAN que le ayudase proporcionándole armas letales, pero esta demanda fue rechazada. Después de 1991, la actitud de la opinión pública respecto a la adhesión a la OTAN conoció un cambio histórico, pasando de una mayoría de oponentes a una mayoría de partidarios de la OTAN31. A lo largo de este período, la posición oficial de los países de la OTAN, incluyendo Estados Unidos, se ha limitado a reconocer el derecho de Ucrania a pedir la adhesión y a negarse sistemáticamente a responder a las aspiraciones de Ucrania. Reaccionaron así mientras Rusia intensificaba sus entregas de armas pesadas a los separatistas (incluídos sistemas de misiles BUK, uno de los cuales abatió el vuelo MH17 de la Malaysian Airlines) y enviaba instructores y consejeros políticos para ayudar a parar la ofensiva ucraniana del verano de 2014, lanzar su propia ofensiva y apoderarse de más territorios y poblaciones. Poroshenko abandonó la cumbre de la OTAN en el País de Gales en agosto de 2014 sin las armas que había solicitado.
Los miembros de la OTAN presentes en la cumbre acordaron en todo caso proporcionar a Ucrania diversos tipos de armas no letales para mejorar sus capacidades de combate. El Congreso americano asignó 300 millones de dólares a este fin en 2015. Trescientos instructores militares americanos fueron enviados a Ucrania. Canadá y Polonia prometieron enviar 250 instructores suplementarios. El 5 de febrero de 2015, el Ministro lituano de Defensa anunció que su país había proporcionado a Ucrania «componentes de armas». Algunos informes de prensa sugirieron que se trataba de armas de la era soviética. En junio del mismo año, el mismo Ministro de Defensa anunció la intención de su país de convertirse en el primer miembro de la OTAN en suministrar armas letales a Ucrania, pero esta declaración fue desmentida al día siguiente por su Primer Ministro, que declaró que todavía no se había adoptado la decisión final. Por otra parte, la autoproclamada República popular de Lugansk afirmó que Polonia e Italia habían proporcionado a Ucrania minas terrestres, y la agencia de prensa Novosti informó que Bulgaria, con quien Ucrania tenía contratos de armamento a largo plazo, había proporcionado fusiles de precisión y granadas anticarro compradas con dinero americano. Es posible que Estados Unidos haya cerrado los ojos sobre las transferencias de armas provenientes de otros miembros de la OTAN, aunque ninguna de estas informaciones dadas por la prensa ha sido verificada de forma independiente. La administración americana, por su parte, continuó rechazando formalmente las demandas oficiales de Ucrania sobre armas letales para contrarrestar la potencia de fuego ruso, a pesar del poderoso lobbying americano y europeo que apoyaba estas demandas. Los dirigentes americanos eran conscientes de que tales acciones amenazarían con agravar el conflicto en lugar de contribuir a su resolución. Hasta ahora, los aliados del gobierno ucraniano no han conseguido reducir la ventaja manifiesta en materia de armamento con la que cuentan los ejércitos de las llamadas repúblicas populares de Donetsk y de Lugansk por parte de Rusia.
¿Cuáles son por tanto las pruebas de que la OTAN se haya inmiscuido en la «esfera de influencia tradicional» de Rusia en 2013-2014, y que ello provocase la reacción de Putin con una intervención militar en Ucrania? Las pruebas disponibles sugieren todo lo contrario: fue Putin la parte activa de la provocación. Calculó que la OTAN no reaccionaría a un ataque contra Ucrania si era decisivo y alcanzaba rápidamente sus objetivos.
Es lo que ocurrió en el caso de Crimea. Los países occidentales aceptaron este hecho consumado. Sin embargo, la crisis actual no se ha desarrollado de igual manera que los combates entre Rusia y Georgia en agosto de 2008, que sólo duraron cuatro días. Putin calculó mal la capacidad de las fuerzas gubernamentales ucranianas para hacer frente a la insurrección separatista en las regiones de Donetsk y Lugansk y sus intentos de extenderse a otras regiones. El plan de Putin consistía en desplazarse rápidamente hacia el interior del país. No lo consiguió y los separatistas pro-rusos se limitaron a las partes orientales de las regiones de Donetsk y Lugansk. Las ventajas de los rusos en términos de rapidez y de proximidad geográfica se desvanecieron a medida que el conflicto se eternizaba, dejándoles sólo la ventaja de la potencia de fuego. La guerra de movimientos se convirtió en una guerra de posiciones. Y cuanto más se eternizaba, más obligados estaban los miembros de la OTAN en la región a pedir a sus aliados occidentales que reforzaran sus fronteras con Rusia.
El equilibrio de poderes
En el centro de la crisis ucraniana se encuentra la evolución del equilibrio de poderes entre Rusia, Estados Unidos y Alemania, primera potencia de la Unión Europea. La expansión económica y militar de Rusia la ha situado en confrontación directa con la hegemonía americana sobre Europa occidental y oriental. Esta confrontación es tanto más fuerte por estar Estados Unidos en peores condiciones para ejercer su influencia en Europa del Este.
Como se ha indicado antes, los capitales rusos han invertido en Europa occidental y central y se han diversificado, y el gobierno ruso ha intentado obtener y ha conseguido una cooperación bilateral con los diferentes Estados miembros de la UE. Lo ha hecho deliberadamente, para evitar las negociaciones con la UE como entidad colectiva. Para Rusia, el más importante de estos socios es Alemania. Ha invertido más en la economía rusa que cualquier otro país del mundo y ha autorizado una parte importante de las inversiones rusas en el suyo. En paralelo a estos vínculos económicos mutuos, emergía un eje político UE (Berlín) – Kíiv – Moscú, pero la crisis ucraniana ha interferido: la imposición de sanciones occidentales a Rusia ha creado una enorme inquietud en cuanto a su futuro.
En Ucrania, este eje está dirigido por una determinada facción de la clase dirigente, agrupada en torno al magnate y principal contacto con Rusia, Dmytro Firtash, su aliado Serhiy Lovoshkin, antiguo jefe de la administración presidencial y del bloque de oposición en el seno de la Rada Suprema. Este grupo intenta construir un eje UE – Kíiv – Moscú. Su plataforma internacional para construir este eje es la Agencia para la modernización de Ucrania, establecida en Viena en marzo de 2015. Entre sus miembros europeos figuran personalidades públicas muy conocidas32. Los dos principales apoyos de la Agencia en Ucrania son la Federación de empresarios, dirigida por el propio Firtash, cuyos activos comerciales representaban hasta el 70% del PIB del país en 2014, y la dirección de la Federación de sindicatos. El grupo formado por Firtash, Lovoshkin y el bloque de oposición se preparaba para cuestionar el actual parlamento. La probabilidad de que triunfen depende al menos de dos cuestiones: ¿lograrán Poroshenko y Yatseniuk «aplastar» a Firtash, destruyendo su imperio comercial (en el marco de la actual campaña de «desoligarquización» del Estado)? ¿aceptarán los países occidentales y Rusia derrocar a los actuales dirigentes ucranianos para imponer a todas las partes una solución al conflicto militar?
El segundo eje político que atraviesa la clase dirigente ucraniana es el eje Washington – Kíiv – Moscú, representado en Kíiv por la facción Poroshenko-Yatseniuk. Esta facción realiza grandes esfuerzos para forzar a los mayores oligarcas, Rinat Akhmetov, Ihor Kolomoisky y Dmytro Firtash, a actuar en el marco de su orientación pro-occidental. Pero ambos tres están muy interesados en mantener los vínculos con Rusia y la UE. Además, este eje político no se basa en una cadena económica tan fuerte como el eje UE (Berlín) – Kíiv – Moscú, porque Estados Unidos no tiene relaciones económicas viables con Rusia o Ucrania.
Su principal objetivo es más bien dividir y disciplinar la región europea en la que Estados Unidos ejerce su hegemonía. La guerra entre Rusia y Ucrania se ha convertido en una cuestión que Washington utiliza para intentar frenar las ambiciones alemanas y forzar a todos sus aliados europeos a boicotear a Rusia en lugar de hacer secretamente negocios con ella. El enfoque americano es fundamentalmente diferente al de Alemania, que intenta forzar a Rusia a mantener un orden basado en reglas en la región, lo que también le sería beneficioso en el plano económico. ¿Se ha vuelto la crisis ucraniana el pararrayos de una nueva división de la alianza occidental, que sitúa a Alemania en la cuerda floja entre Estaos Unidos y Rusia?
Conclusiones
No he querido extender mi análisis al período inicial de la guerra en el Este. Este período se caracteriza por millares de muertos y heridos en los combates -más civiles que soldados-, una crisis humanitaria, millones de refugiados, personas desplazadas dentro o fuera del país, una crisis económica y social en todo el país, sanciones occidentales contra Rusia, el ascenso del nacionalismo en Rusia y en Ucrania, ejercicios militares y movilizaciones de Rusia y de la OTAN en el Este de Europa.
Todo esto conducirá a una nueva escalada y a una extensión del conflicto.
En este artículo he intentado mostrar que no basta con analizar el comportamiento de las grandes potencias para comprender cómo ha comenzado esta crisis. Sus raíces se encuentran en la experiencia histórica de la sociedad y del Estado ucranianos. Es la condición primera y necesaria para que se activen todos los otros brotes. Y así mismo, la solución a esta crisis saldrá de Ucrania. Deberá reconocer la incapacidad de la actual clase dirigente para responder a las aspiraciones de las masas al bienestar, a la justicia social, a la democracia y la autodeterminación nacional, desde la independencia en 1991. Las tres primeras han sido rechazadas por la clase dirigente ucraniana, y la actual guerra con Rusia demuestra que esta clase es también incapaz de defender la independencia nacional de su país. La situación actual recuerda mucho a dos intentos históricos anteriores -en 1948 y en 1917-, cuando una nueva clase social intentó, pero fracasó, construir un Estado independiente centrado en Kíiv y en la cuenca del río Dniéper. ¿Se va a reproducir la misma historia? ¿Será Ucrania reducida de nuevo a ser la arena de confrontación entre grandes potencias?
Rusia, Estados Unidos y Europa occidental son, cada uno a su manera, responsables de esta crisis. He intentado mostrar en este artículo que la economía política de Ucrania está tejida en la trama de la economía capitalista transnacional, donde Rusia por una parte y los países occidentales por otra rivalizan por atraer a la clase dirigente ucraniana, el mercado nacional y los medios de producción, a sus propios proyectos de integración. Pese a las tentativas que han durado un cuarto de siglo, el Estado ucraniano no ha conseguido hacerse miembro de las instituciones políticas, militares y securitarias del proyecto occidental euro-atlántico. Durante ese mismo periodo, ha rechazado las instituciones equivalentes del proyecto dirigido por Rusia.
En mis conclusiones, me gustaría también llamar la atención sobre el resurgimiento del imperialismo ruso desde el año 2000, la división de la alianza occidental sobre las relaciones con Rusia y la disminución de la capacidad de Estados Unidos para crear su propia zona de influencia en la región. Estos tres factores han modificado progresivamente el equilibrio de fuerzas en Europa del Este entre dos proyectos de integración regional concurrentes.
El hundimiento del régimen de Yanukóvich dio la ocasión a los dirigentes rusos para aprovechar este cambio en el equilibrio de fuerzas, tomar la iniciativa e intentar llevar a Ucrania a su esfera de influencia. Rusia ha militarizado e internacionalizado la crisis. Ha forzado a los países occidentales a reaccionar por medio de sanciones económicas y un reforzamiento de las fuerzas de la OTAN en las fronteras de Rusia y de Ucrania. Occidente y Rusia hacen presión sobre los dirigentes uranianos para que se comprometan y lleguen a compromisos con el movimiento separatista. Cuanto más presiones ejerzan sobre Ucrania, menos margen de maniobra habrá.
Considerar a Ucrania como parte de Rusia o de las potencias occidentales es en todo caso una reivindicación imperialista. Una u otra facción de la clase dirigente ucraniana puede someterse a tal usurpación, incluso a una tutela conjunta de Rusia y Occidente sobre el país. Pronto o tarde, sus intereses comunes de clase les llevarán a hacerlo. Pero esto no será aceptado por el pueblo ucraniano, ni por nadie en el mundo que se preocupe de su suerte.
Artículo original
Publicado orginalmente
el 15 de marzo
de 2016
Marko Bojcun. Marko Bojcun (1951-2023) impartía clases en la Universidad de Nueva York y en Londres. Publicó numerosos artículos y libros sobre la historia, la economía y la sociedad contemporáneas de Ucrania..