Ni un centímetro más, salvo de Lisboa a Vladivostok: la fabricación del mito de Rusia y la OTAN
Carl Mirra
20 de julio
de 2023
"Estoy absolutamente convencido de que Ucrania no eludirá los procesos de ampliación de la interacción con la OTAN", anunció Vladimir Putin en 2002. "La decisión será tomada por la OTAN y Ucrania. Es una cuestión que compete a esos dos socios", insistió el presidente ruso1. Este comentario no es una aberración. De hecho, un examen detallado de la historia reciente revela que se ha exagerado la "amenaza" de la OTAN hacia Rusia. Es comprensible que Rusia infle los temores en relación a la OTAN para perseguir sus aspiraciones globales. Lo que resulta menos comprensible es el grado en que influyentes pensadores occidentales, especialmente los de la izquierda antiimperialista estadounidense, han promovido esta narrativa. El propósito de este artículo es doble.
En primer lugar, documenta cómo irónicamente muchos destacados izquierdistas occidentales están respaldando las ambiciones expansionistas de Putin2. El término "izquierda", por supuesto, es ambiguo y controvertido, desafiando una clasificación precisa. Walzer intenta definir una "política exterior de izquierdas" como aquella que incluye a quienes son antimilitaristas, priorizan las preocupaciones domésticas (igualdad en el ámbito nacional) sobre los asuntos globales y ven la política exterior estadounidense principalmente como un instrumento para imponer un orden neoliberal explotador3. Este artículo pone en primer plano a esta "izquierda".
En primer lugar, ilustra cómo las perspectivas centradas en Estados Unidos distorsionan el conflicto global a través de lo que los profesionales de la geopolítica crítica denominan "geopolítica superficial", un enfoque que "se basa en abstracciones universales y tiene una comprensión superficial de la geografía regional"4. Tanto los responsables políticos estadounidenses como los izquierdistas radicales emplean con frecuencia la geopolítica superficial. Para los responsables políticos estadounidenses, esto se traduce en la tendencia a presentar los conflictos al público como una lucha entre el bien y el mal, o una superpotencia benévola que protege contra fuerzas antidemocráticas. Los analistas de la izquierda radical, de manera similar, centran su atención en el comportamiento de Estados Unidos, pero como una fuerza desestabilizadora. Por lo tanto, el conflicto de Ucrania sirve como estudio de caso de geopolítica crítica, ya que segmentos significativos de la izquierda estadounidense se basan en lo que Toal describe como una "geopolítica superficial" que pone demasiado énfasis en las motivaciones estadounidenses en detrimento de investigar las complejas dimensiones geopolíticas regionales5.
Otra razón para destacar la importancia de la izquierda antiimperialista radica en la observación de Hill y Stent de que Rusia ha iniciado una guerra de información, fomentando una batalla sobre "la posesión de la historia"6. Utilizando desinformación manipuladora a través de los medios de comunicación globales, Moscú busca exacerbar las divisiones sociales existentes como parte de las tácticas de guerra híbrida. Un estudio de la Universidad de Harvard concluye que tanto la izquierda como la derecha radical son especialmente susceptibles a esta desinformación7. No debemos sobrestimar su influencia ni su impacto, pero tampoco debemos ignorarla. El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, también se queja de que Rusia controla el "espacio informativo", especialmente en lo que respecta a las negociaciones de paz. Hill y Stent explican que mantener la "determinación" de Occidente será difícil a medida que la guerra se prolongue8. Sugieren que debemos tener en cuenta la política nacional, ya que las elecciones presidenciales de 2024 están en el horizonte tanto en Estados Unidos como en Ucrania. En Estados Unidos, una sociedad cada vez más dividida, junto a un declive general de la confianza en las instituciones estadounidenses, la hace vulnerable a la desinformación y la división9. Un posible resurgimiento del trumpismo y un enfoque de "América primero" probablemente erosionarán el apoyo estadounidense al esfuerzo militar de Ucrania. El hecho de que la izquierda radical estadounidense adopte un análisis de política exterior que coincide con el aislacionismo conservador (y al menos con parte de la desinformación del Kremlin) presenta un potencial revés doméstico en términos de política ucraniana.
Este potencial está poco estudiado, en parte porque muchos académicos consideran marginal a la izquierda antiimperialista. Sin embargo, durante las guerras de Vietnam e Irak, estas voces marginales fueron ganando aceptación en la corriente dominante10. Las herramientas analíticas que impulsaron el análisis antiimperialista de esos conflictos se centraban en el problema de imponer un orden occidental a aquellos que percibían la injerencia exterior como una amenaza a su soberanía. Sin embargo, este modelo no es aplicable en el caso de Ucrania porque su mirada centrada en Estados Unidos pierde de vista el hecho de que Rusia es la fuerza extranjera que impone su voluntad en Ucrania y amenaza su soberanía. Las herramientas analíticas antiimperialistas de la izquierda podrían resultar útiles si se aplican al imperialismo ruso. Consideremos al historiador socialista ucraniano Taras Bilous, quien aboga por un enfoque de este tipo y señala que la izquierda estadounidense ha pasado por alto en gran medida a sus contrapartes de izquierda en Ucrania. El historiador de Yale, Timothy Snyder, ha recurrido al autor anticolonialista de izquierdas Franz Fanon para fundamentar sus argumentos sobre el colonialismo ruso11. Por el contrario, la izquierda antiimperialista estadounidense adopta una postura de culpar a la OTAN, lo que oscurece los motivos imperiales de Rusia y refuerza su desinformación.
El fundamento académico para el análisis de la izquierda antiimperialista en la guerra ruso-ucraniana incluye a influyentes figuras como el liberal Stephen F. Cohen, quien fue profesor de la Universidad de Princeton y director de su programa de Estudios Rusos, además de columnista en el periódico de izquierdas The Nation. Otro académico al que se cita a menudo es el profesor realista John Mearsheimer. Además, el académico de la izquierda radical Peter Kuznick, profesor y director del Instituto de Estudios Nucleares de la American University, ha respaldado esta narrativa en ocasiones. Kuznick es coautor, junto con Oliver Stone, de The Untold History of the United States (La historia no contada de Estados Unidos), que, para tratarse de un texto de estudio de historia estadounidense contiene una inusualmente frecuente mención a Ucrania. En él, los lectores aprenden que Ucrania está dominada por nazis y que la política de Estados Unidos y la OTAN era "más de lo que Putin podía digerir"12.
Los académicos que culpan a la OTAN tienen un público mucho más amplio de lo que se imagina. Esta narrativa se ha popularizado a través de la película "Ukraine on Fire", de Oliver Stone, reconocido icono de Hollywood, así como de su libro mencionado anteriormente. Además, los mensajes en redes sociales han ampliado aún más una ya amplia audiencia. Un ejemplo de ello es el periodista John Pilger, quien invita a sus 200.000 seguidores a leer los escritos de Cohen13.
La premisa fundamental aquí es que la expansión de la OTAN provocó las invasiones rusas de Ucrania en 2014 y 2022. Esta narrativa unidimensional sostiene que el cerco de EE.UU. y la OTAN a Rusia violó la promesa de 1990 de que no expandirse "ni un centímetro hacia el este". Según esta narrativa, Rusia trató asiduamente de colaborar con la OTAN, pero la alianza militar supuestamente ignoró sus quejas y se volvió cada vez más intransigente hasta que se cruzó la "línea roja" de Putin y su moderación en los asuntos internacionales dejó de ser defendible14. Esta narrativa a menudo señala dos puntos de inflexión en las relaciones OTAN-Rusia: la advertencia de Putin en Bucarest en 2008 de que la apertura de la OTAN a Ucrania y Georgia constituía una amenaza directa, y las protestas del Euromaidán "orquestadas por la CIA" y el posterior golpe de Estado de 2014 contra el presidente ucraniano elegido democráticamente, Víktor Yanukóvich15. Estas someras interpretaciones históricas simplifican una compleja secuencia de acontecimientos. El propósito de este artículo es documentar la historia de la narrativa de culpabilización de la OTAN.
También ilustrará cómo la afirmación de la culpabilidad de la OTAN se entrelaza con gran parte de la creación de mitos históricos de Putin, que presenta a Rusia como una nación cooperativa y víctima de una amenaza existencial en constante expansión, al mismo tiempo que respalda la visión redentora y expansionista del mundo de Putin. El segundo objetivo de este artículo es documentar el deseo de Putin de restaurar un glorioso imperio ruso. De hecho, en primer lugar, se demostrará cómo la idea del cerco de la OTAN como catalizador de la "operación especial" de Putin en Ucrania pasa por alto los intrincados detalles de las interacciones de Rusia con la OTAN en la historia reciente. A continuación, se documentará el papel de los pensadores ultranacionalistas en la aceleración de la mitología histórico-espiritual de Putin. La invasión de Ucrania por parte de Putin no se puede entender adecuadamente sin examinar su mitología histórica redentora. Putin se hace eco del discurso ultranacionalista, como el Club Izborsk y el pensador neofascista Alexander Dugin, para abogar por el renacimiento cuasi religioso del dominio ruso, una agenda que busca engullir a la "Pequeña Rusia" en un renovado imperio ruso que se extienda desde "Lisboa a Vladivostok", una frase popularizada por Dugin y repetida por Putin.
Una promesa rota y el profeta del nacionalismo herido
El sentimiento de que Rusia es víctima de una promesa rota ha dado lugar a algunas interpretaciones peculiares. El prólogo del libro de Oliver Stone sobre Putin hace la sorprendente afirmación de que el líder ruso es "profeta de un nacionalismo ruso herido" y mantiene una "desconfianza" hacia el imperialismo. Cohen también presenta a Moscú como traicionado y herido, argumentando que la anexión de Crimea fue el momento en el que Putin "desahogó los antiguos resentimientos de Moscú" después de que la OTAN "mintiera tantas veces"16. Tales afirmaciones impulsan la narrativa de traición y redención de Putin. En sus discursos en vísperas de la guerra, Putin se quejó de un "imperio de mentiras" que "prometió" que la OTAN "no se expandiría ni un centímetro hacia el este", pero "nos engañó". Este gesto performativo busca establecer a Rusia como una una víctima agraviada17. Los líderes a menudo esgrimen narrativas de traición en tiempos de guerra para fortalecer el poder y el orgullo nacionalistas.
Los académicos que consideran a Occidente culpable de la invasión de Moscú citan con frecuencia la "promesa rota" del ex Secretario de Estado estadounidense James Baker III, quien afirmó que la OTAN no se movería ni un centímetro hacia el este durante las negociaciones sobre la reunificación de Alemania (RDA) en febrero de 1990. No es necesario repetir aquí este complicado debate18, pero parece que se hizo una promesa verbal que nunca se formalizó en el acuerdo final por escrito. Varios funcionarios, entre ellos Baker, Gorbachov (quien vaciló al respecto) y Andrei Kozyrev, ministro de Asuntos Exteriores de Rusia entre 1990 y 1996, sostienen que la declaración se limitó a las fronteras de la RDA y no quedó inscrita en los anales de la historia19.
Con gran ironía, Putin nos acerca a una posible resolución de este debate. A regañadientes, admite Putin que la traición de "ni un centímetro más no quedó plasmada en papel" y señala que "en política todo tiene que quedar plasmado en papel"20. Independientemente de la conclusión a la que se llegue sobre este episodio diplomático, la cuestión es que Putin restó importancia a su significado cuando los tambores de guerra eran menos audibles. Si la declaración fuera realmente un perpetuo engaño en relación con la supervivencia de Rusia, no sería posible que Putin admitiera que tuvo poco peso porque no se formalizó en el acuerdo final. Los críticos estadounidenses de la OTAN son implacables en su desproporcionada atención a esta promesa nominal. Este enfoque refuerza la distorsión histórica de Rusia, ya que rara vez se acompaña de un reconocimiento a Helsinki (1975) o Budapest (1994). En el pacto de 1994, Ucrania renunció a su arsenal nuclear a cambio de "compromisos" para mantener su integridad territorial, un acuerdo que sí quedó plasmado por escrito. La Comisión Helsinki-Estados Unidos se transformó en la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que incluye a cincuenta y siete Estados, entre ellos Rusia. Esta institución, financiada por Estados Unidos, también reafirmó sus normas en la Declaración de la Cumbre de Budapest de 1994, la cual abordaba cuestiones de seguridad, economía y derechos humanos21.
La expansión de la OTAN: ¿Amenaza existencial o socio?
El compromiso de Rusia con Estados Unidos y la OTAN tras el colapso de la Unión Soviética debe analizarse en el contexto de una cronología de cooperación y tensión diplomática. Los analistas enmarcan estas interacciones como una confrontación controlada o dirigida22. Al comparar históricamente los principales episodios de expansión de la OTAN (y los momentos reales de amenaza) con la reacción de Moscú, se revela que las afirmaciones de que la alianza amenaza la supervivencia de Moscú están exageradas. Como señala Sushentsov, las quejas de Moscú sobre la ampliación de la OTAN "se vieron socavadas por su propia implicación" en "una asociación con la OTAN". Un memorando filtrado del Departamento de Estado de EE.UU. en 2006 llega a la misma conclusión: "mientras Rusia trabajaba para mantener a Ucrania fuera de la OTAN, Rusia reforzaba su propia relación con la alianza". La comparación de la provocación de la OTAN con la reacción de Moscú evidencia que Rusia tiene sus "propios y codiciosos intereses de seguridad", como bien expone Sushentsov, los cuales "probablemente no desaparecerán si Estados Unidos se va a casa"23.
Una cronología completa del enfrentamiento controlado entre Occidente y Rusia excede los objetios de este artículo. La ampliación de la OTAN se produjo de manera paralela a la de la Unión Europea (UE). Una hito significativo en la posguerra fría ocurrió en 1999, cuando la OTAN admitió a la República Checa, Hungría y Polonia. Rusia se mostró reticente, pero evitó calificarlo como una amenaza a su supervivencia, y su mesurada respuesta estuvo relacionada con la aspiración rusa de ingresar en la Organización Mundial del Comercio (OMC)24. Casi al mismo tiempo, las fuerzas de EE.UU. y la OTAN bombardearon la antigua Yugoslavia, lo que provocó que Rusia suspendiera sus relaciones con la OTAN, rompiendo la "seguridad y cooperación" del Acta Fundacional OTAN-Rusia de 1997. Putin reprendió la acción unilateral de EE.UU. y la OTAN en defensa de Kosovo; nueve años después, EE.UU. reconoció formalmente la independencia de Kosovo, una medida que el presidente ruso insiste en que debería aplicarse a la "protección" unilateral del Kremlin y a la declaración de independencia de Crimea y Donbás, así como a los separatistas en Georgia.
En 2004, diez países de Europa Central y Oriental ingresaron en la Unión Europea. Ese mismo año, se implementó la Política Europea de Vecindad, que buscaba facilitar el acceso a los mercados a través de Áreas de Libre Comercio Amplias y Profundas (DCFTA), lo cual fue recibido negativamente en Moscú. En marzo de 2004, la OTAN admitió a siete nuevos miembros de Europa del Este, lo que representó su mayor expansión histórica. La reacción de Moscú incluyó objeciones, pero hizo hincapié en la cooperación. Nueve días después de que los acuerdos de adhesión se depositaran, Putin se reunió con el secretario general de la OTAN. Si alguna vez hubo un momento para proteger a Rusia de la funesta amenaza del cerco de la OTAN, era este. Sin embargo, Putin subrayó que la cooperación con Occidente para erradicar el terrorismo y tener éxito en la invasión de Afganistán por la OTAN era la tarea más importante. Es igualmente sorprendente que Putin volviera a subrayar como ya hizo en 2002 que "cada país tiene derecho a elegir la opción que considere más eficaz para garantizar su propia seguridad". En resumen, Putin afirmó que los países que se unieron a la OTAN en su mayor expansión de su historia tenían todo el derecho de hacerlo, y que la cooperación contra el terrorismo era una preocupación vital. Es importante destacar que Putin no dio un golpe en la mesa ni transmitió que esta histórica expansión constituyera una amenaza existencial.25
Más adelante, en 2004, surgió una amenaza distinta conocida como las "revoluciones de colores" o levantamientos populares que desafiaron a los líderes en el espacio postsoviético, incluyendo la Revolución Naranja en Ucrania. A Putin le molestó que el apoyo de Moscú a las elecciones de Yanukóvich en Ucrania fuera anulado después de que los observadores electorales documentaran casos de fraude, lo cual desencadenó protestas26. En respuesta, Putin respondió ampliando el régimen autoritario en su país en lugar de poner fin a la cooperación con la OTAN27.
Los acontecimientos de 2007-2008 tensaron las relaciones entre Rusia y la OTAN. Según Mearsheimer, el punto de quiebre en la cooperación entre ambos se produjo en abril de 2008, en la cumbre de Bucarest; otros señalan el discurso que Putin pronunció en Munich en febrero de 2007 como la línea divisioria28. Bucarest fue una "línea en la arena", insiste Mearsheimer, donde Putin dejó en claro que la ampliación de la OTAN era "categóricamente inaceptable", ya que representaba una amenaza para la supervivencia de Rusia. El distinguido académico afirma que "todo lo que ha ocurrido desde entonces encaja en ese paradigma básico"29. A primera vista, la afirmación de que 2007 (o 2008) lo cambió todo parece acertada. Es cierto que los discursos de Putin en Múnich en 2007 y en Bucarest en 2008 son significativos. Hubo acontecimientos consecuentes que perturbaron a Moscú en esos años. La crisis financiera mundial envió ondas de choque económicas en todo el mundo, Estados Unidos reconoció formalmente a Kosovo, la OTAN publicó planes de acción para la adhesión de Ucrania y Georgia, y Rusia invadió Georgia en agosto de ese año para "proteger" a los separatistas prorrusos de Osetia del Sur. Como resultado, la OTAN puso fin a su cooperación con Rusia y Moscú hizo lo mismo.
El registro histórico, sin embargo, indica que varios acontecimientos ocurridos desde 2008 no se ajustan a este paradigma reduccionista. Menos de tres meses después de la conflagración en Georgia, este punto de inflexión ya estaba orientándose en una dirección más cooperativa. En un discurso pronunciado en noviembre de 2008, el entonces presidente Medvédev dejó constancia del desdén de Rusia hacia los planes estadounidenses de extender los sistemas de defensa antimisiles en Europa, así como hacia la intervención de la OTAN. Sin embargo, el líder ruso encontró esperanza en medio de la incendiaria situación. La crisis de Georgia "demostró que es posible encontrar soluciones con Europa", y expresó su esperanza en un "buen futuro" a medida que las relaciones con Europa "se profundicen"30.
Aproximadamente un año después de la cumbre de Bucarest de abril de 2008, se restableció el Consejo Rusia-OTAN (RNC). Sergey Lavrov, ministro ruso de Asuntos Exteriores, subrayó la "importancia de fomentar la confianza" y "reanudar la cooperación militar" con la OTAN "para superar los problemas surgidos" a raíz del conflicto de Georgia. Lavrov señaló que la cooperación con la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) de Estados Unidos y la OTAN en la guerra de Afganistán estaba "resuelta desde hace tiempo" ya que el plan Rusia-OTAN de abril de 2008 "ya se estaba aplicando". De hecho, el entonces embajador estadounidense ante la OTAN, alarmado por la retórica de Putin en Bucarest, reveló que Moscú acordó en la polémica cumbre permitir que las fuerzas de la OTAN enviaran suministros no letales a través de Rusia para librar la guerra en Afganistán31. Acuerdos posteriores abrieron el espacio aéreo ruso para que la OTAN entregara suministros, equipo militar y tropas. El hecho de que Rusia apoyara una guerra de la OTAN en un territorio que antes era limítrofe socava la idea de que Moscú consideraba a la alianza atlántica como una amenaza funesta.
En el invierno de 2009, Putin declaró que, a pesar de las recientes disputas, Rusia y la OTAN trabajarían juntas, lo que más tarde incluiría varias maniobras militares conjuntas. Después de uno de esos ejercicios en 2013, un general ruso habló de "una relación muy fuerte" y "de confianza" con la OTAN. Es importante considerar que gran parte de esta cooperación se produjo después del punto de inflexión de la llamada "línea roja"32.
En resumen, afirmar que la expansión de la OTAN provocó la invasión ilegal de Ucrania por parte de Rusia distorsiona los registros históricos. Es un factor dentro de un conjunto de causas. Hubo un largo período de debate sobre la naturaleza de la alianza y su papel en un orden global postsoviético. Es cierto que varios funcionarios estadounidenses lanzaron enérgicas advertencias de que Moscú se oponía firmemente a la adhesión de Ucrania a la OTAN por considerarla una amenaza estratégica, como sostiene la izquierda antiimperialista. Mientras que la advertencia del ex embajador Burns se menciona habitualmente, lo que a menudo se pasa por alto es cómo también advirtió que el Kremlin magnifica la amenaza de la OTAN para promover su propia agenda. "También es políticamente popular", observó Burns, "utilizar el acercamiento de la OTAN... como medio para generar apoyo de los nacionalistas rusos"33. Veremos más adelante cómo este apoyo de los nacionalistas, que se destaca en los medios de comunicación controlados por el Kremlin, proporciona la base ideológica de la agresiva política exterior de Putin.
De la humillación a la resurrección del Imperio
Otra afirmación común entre los antiimperialistas estadounidenses es que las "acciones de Putin son principalmente respuestas" a la interferencia de Estados Unidos y la OTAN. Sin embargo, esta perspectiva no sólo minimiza la cooperación rusa posterior a los momentos de "línea roja", sino que también ofrece una explicación superficial de los imperativos estratégicos de Moscú. Los académicos Faure, Korneychuk y Snyder argumentan que las protestas de 2011-2013 contra el fraude electoral en Rusia son una señal más reveladora para comprender la estrategia rusa. Estas protestas marcaron el "giro conservador" y evidenciaron que el principal temor de Putin radica en la amenaza de la acción democrática o, como los funcionarios lo consideran, que la "plaga" de la Revolución Naranja se extienda a Rusia. El extremista Alexander Projánov también encuentra el ascenso del giro conservador en ese momento, ya que coincide con la formación de su club ultranacionalista de extrema derecha, Izborsk. La articulación más clara de Putin de tropos nacionalistas como el euroasianismo, la "civilización del Estado" (código para el imperio) y el discurso mesiánico también adquieren mayor relevancia34. En este período se evidencia que una amalgama de ultranacionalistas resultó útil en ocasiones para sofocar la disidencia interna, al mismo tiempo que complementaba y ampliaba la guerra híbrida de Moscú en Ucrania, perturbando el desarrollo democrático de su vecino35.
Esta guerra híbrida se lleva a cabo a través de una red informal que integra a ideólogos de extrema derecha, medios de comunicación, extremistas paramilitares y el Kremlin. Esta combinación de nacionalistas extremistas con la guerra de información y acciones reales de Moscú impulsa la estrategia de Moscú para desestabilizar Ucrania. Existen numerosas pruebas que demuestran que Putin no solo reacciona ante la OTAN, sino que también provoca activamente el conflicto. Estas pruebas incluyen las filtraciones de Vladislav Surkov, las filtraciones de Frolov, las cintas de Glazyev y WikiLeaks36. Nos centraremos en las revelaciones de Surkov, ya que realizar un examen exhaustivo de todo el expediente está fuera del alcance de este artículo.
Muchos miembros de la izquierda estadounidense atribuyen las acciones de Putin principalmente a la ampliación de la OTAN y al derrocamiento del presidente ucraniano por parte de Estados Unidos en 2014. Sin embargo, esta perspectiva pasa por alto las pruebas documentales que demuestran la amplia infiltración de Moscú en la política ucraniana37. Es importar considerar la insistencia de Cohen en que "todo lo que siguió", como la anexión de Crimea y el este de Ucrania, fue "desencadenado" por el golpe de Estado patrocinado por Estados Unidos contra el presidente ucraniano en 2014. Un destacado experto de izquierdas, citando las palabras del fundador de la contratista de inteligencia Stratfor, añade que "el golpe más descarado de la historia" inició "todo el lío"38.
Los relatos fragmentarios que separan el derrocamiento de Yanukóvich de la historia reciente de la omnipresente injerencia de Moscú en Ucrania son incompletos. Un punto de entrada digno de mención para este análisis son las filtraciones de Surkov. Surkov, ex viceprimer ministro responsable de las operaciones encubiertas de Moscú en el este de Ucrania, es una figura polémica que ha entrado y salido del favor del Kremlin. Como ejecutivo de relaciones públicas que orquesta la propaganda del Kremlin, Surkov sostiene que "Ucrania no existe", sino que existe el "ucranianismo", un "trastorno mental"39. En 2016, un grupo de piratas cibernéticos hizo públicos una serie de correos electrónicos de Surkov, que ilustran las operaciones internas de la guerra híbrida del Kremlin contra Ucrania. La campaña de desestabilización de Surkov se llevó a cabo de manera paralela a los esfuerzos del Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB) y el Estado Mayor de los Servicios Armados (GRU).
Los correos electrónicos filtrados revelan un patrón consistente de chantaje a policías, políticos y periodistas, así como la creación de asociaciones cívicas, grupos paramilitares y medios de comunicación bajo la influencia del Kremlin. Estas operaciones clandestinas también abarcan la selección de candidatos políticos, la interferencia en las elecciones y los intentos de alterar la Constitución ucraniana. Estos hallazgos indican una infiltración activa y continua del Kremlin en la sociedad ucraniana, antes y después del Euromaidán y del "golpe" estadounidense. Inicialmente, el objetivo era apoderarse de Novorossiya, las regiones del sur y este de Ucrania para reunificar el cuasi mitológico mundo ruso40. Este plan fracasó, así que Moscú cambió su enfoque hacia la desestabilización y promoción de la federalización. Esta conspiración clandestina se alinea con las declaraciones públicas de Putin en aquel momento, en las que cuestionaba la legitimidad de la constitución ucraniana, planteaba la posibilidad de la "federalización y descentralización" del país vecino, y hablaba de cómo Rusia "perdió" Novorossiya41. En resumen, las filtraciones de Surkov revelan que el objetivo general de debilitar a Kíiv no fue solo el trabajo aislado de unos pocos funcionarios deshonestos ni una simple reacción a la OTAN42.
El conjunto de correos electrónicos filtrados también revela cómo el Kremlin, los ideólogos ultranacionalistas y los líderes separatistas se unieron para generar el conflicto. El siguiente resumen ejemplifica esta convergencia. No se pretende insinuar que Dugin u otros ideólogos sean "el cerebro de Putin" o una hipérbole similar, sino que la interacción entre estas entidades permite la estrategia sostenida del Kremlin de dividir Ucrania.
Considérese que el oligarca de extrema derecha Konstantin Malofeev, quien tiene vínculos con el Kremlin, parece haber proporcionado apoyo financiero las operaciones de Surkov y facilitado una lista de líderes separatistas preferidos al tecnólogo de Moscú. Entre ellos se encontraba Igor Girkin (Strelkov), autodenominado antiguo oficial del FSB, que poco después fue designado como ministro de Defensa de la llamada República Popular de Donetsk (RPD), junto con otros nombre de la lista que también recibieron cargos43. Strelkov también está asociado con Projanov (Club Izborsk), habiendo aparecido en su periódico reaccionario Zavtra, promoviendo el proyecto de la Nueva Rusia, "Crimea es parte de Novorossiya"44.
Malofeev y Strelkov viajaron juntos a Crimea en enero de 2014, antes de la anexión rusa en marzo de ese año. Según Malofeev, "todo el mundo hablaba" de unirse a Rusia, incluido Serguéi Aksyonov, a quien él "recomendó" para dirigir Crimea. Efectivamente, Aksyonov fue nombrado jefe de la República de Crimea en abril de 2014. En algún momento, Strelkov llegó a Donetsk con la tarea de replicar la "opción Crimea". Sin embargo, el comandante se dio cuenta de que la situación era "completamente pacífica". En una sorprendente y ahora infame confesión, declaró que "nadie quería luchar" y que sus fuerzas "desencadenaron" la guerra porque "si nuestro destacamento no hubiera cruzado la frontera... todo habría terminado"45.
Alexander Borodai, ciudadano ruso y "estratega político de Moscú" que fue asesor de relaciones públicas de Malofeev, fue nombrado Primer Ministro de la RPD46. Borodai informaba a Surkov sobre el reclutamiento de voluntarios humanitarios para el proyecto del Kremlin, mientras que el Movimiento Euroasiático Internacional de Dugin reclutaba y asesoraba a separatistas para su despliegue en Donetsk47. La influencia oculta de Malofeev se ve reforzada 7con sus medios de comunicación, Tsargrad TV, y el think tank Katehon. Dugin formaba parte del Consejo de Supervisión de este último y era editor del primero. El ideólogo aparece regularmente difundiendo conquistas mesiánicas en ambos medios48. Al igual que Surkov, Dugin informa al público de que el "ucranianismo" es una "construcción artificial", y promueve la idea de que "los grandes rusos crearán un imperio" que "recuperará los territorios de la Rus de Kíiv", en una "revolución desde Crimea hasta Lisboa"49. El discurso de Putin sobre Crimea en marzo de 2014 reflejó estos temas en un tono ligeramente moderado, al tiempo que se presentaba como víctima50.
Dada su cercanía con aquellos que llevaron a cabo la desestabilización de Ucrania, recurramos a Projánov para que nos brinde un lamentable resumen del tropo de la "víctima traicionada que se defiende de la dominación occidental en casa y en el extranjero cercano". Projánov gruñe que Rusia derrotará a la "escoria fascista de Kíiv" y restaurará su imperio "despellejado y humillado" en 1991. Según él, fue traicionado en la plaza Bolotnaya (protestas contra el fraude electoral) por los disidentes liberales en el ámbito interno, y por los vecinos judíos del Euromaidán, quienes, según sus desagradables palabras, "provocan el segundo Holocausto"51. En cierto sentido, Putin elogió públicamente a Projánov por haber emprendido un "gran camino profesional", mostrando su "compromiso con los principios e ideales cívicos" y expresando la esperanza de que "sus planes se hagan realidad"52. Es evidente que Putin acoge con satisfacción la confluencia de ideólogos ultranacionalistas y planificadores del Kremlin, lo cual socava el análisis que presenta a Rusia como una fortaleza asediada.
Sin duda, los intentos de desestabilización de Rusia en Crimea y el Dombás se llevaron a cabo mucho antes de los acontecimientos de febrero de 2014. Un cable confidencial del Departamento de Estado estadounidense de 2008 documentó los esfuerzos rusos por "desestabilizar Crimea" y "debilitar Ucrania", identificando varios operativos presentes en las intervenciones de 2014, incluida la Unión Euroasiática de la Juventud (UEJ) de Dugin, que era "especialmente activa". Esta intromisión implicó fomentar la división étnica contra la población tártara, respaldar a un grupo paramilitar "completamente artificial", financiar protestas e influir en los informes de los medios de comunicación53. Los críticos estadounidenses que resaltan el papel del golpe de 2014 prestan poca atención a la bien documentada y agresiva guerra híbrida de Rusia contra Ucrania, así como al discurso imperial articulado públicamente.
En este contexto histórico, las cavilaciones de los académicos antiimperialistas estadounidenses, y de aquellos que popularizon sus obras, parecen una parodia para los acontecimientos de 2014 y una farsa en 2022. En la película de Stone, "Ucrania en llamas", se afirma que "la verdad es que Ucrania nunca ha sido un país unido". El académico Cohen coincide con la disparatada opinión de Stone sobre este concepto erróneo burlándose de la "falacia" de que "existe un 'pueblo ucraniano' que anhela escapar de siglos de influencia rusa"54. Sin embargo, los historiadores de prestigio documentan amplias pruebas tanto de la existencia de un pueblo ucraniano como de las razones para quere escapar del dominio ruso. Los recuerdos de lo que Subtelny denomina los "traumáticos años treinta", marcados por las deportaciones y ejecuciones soviéticas de los kulaks, la Gran Hambruna/Holodomor de 1932-1933 y las purgas de Stalin, dejaron "profundas cicatrices sociales, psicológicas, políticas y demográficas que perduran hasta nuestros días "55.
Una interpretación concebida en Estados Unidos y enfocada en la expansión de la OTAN desplaza este trauma histórico, a mismo tiempo que distorsiona la comprensión de la agresión rusa. Putin y los medios de comunicación rusos se valen de esta reinterpretación de la historia para promover sus ambiciones imperiales. En julio de 2021, el ensayo histórico de Putin proclamó que rusos y ucranianos son "un solo pueblo" y comparten "el mismo espacio histórico y espiritual". En otros lugares, su retórica bélicista ha reiterado esta falsificación al afirmar que Ucrania "no es sólo un país vecino... es una parte inalienable de nuestra propia historia, cultura y espacio espiritual", y que "Ucrania fue creada enteramente por Rusia"56.
Putin afirma que uno de los objetivos de la invasión es "desnazificar Ucrania". La agencia de información rusa, Ria Novosti, profundiza en lo que eso significa en el lenguaje de Surkov, Dugin o incluso Putin. El periódico explica que la desnazificación significa una "desucranianización", porque Ucrania es "imposible como Estado-nación" y es simplemente una "construcción artificial antirrusa". La desnazificación como objetivo de la operación especial, "se entiende como una victoria militar sobre el régimen de Kíiv"57. Los medios de comunicación estatales rusos están repletos de mensajes que sostienen que Ucrania es en gran medida una entidad artificial que debe ser absorbida por el mundo ruso. Putin añade que Ucrania "nunca ha tenido tradiciones estables de un verdadero Estado", porque para él, "es nuestra tierra histórica"58.
Muchos críticos estadounidenses no examinan detalladamente estas afirmaciones irredentistas, falsificaciones históricas, operaciones encubiertas y guerra híbrida contra Ucrania que se esbozadan brevemente en este artículo. La izquierda antiimperialista estadounidense se basa en gran medida en un marco conceptual que comprime esta historia a una única trama relacionada con el avance de la OTAN. Estos críticos estadounidenses han documentado enérgicamente el colonialismo estadounidense, pero su incesante enfoque en el intervencionismo occidental como el agente causal de la agresión rusa distorsiona la historia reciente.
Este enfoque "superficial" elude la forma en que la autopercepción de Rusia y su política exterior expresan una mentalidad imperial59. Por lo tanto, desacreditar la narrativa de Putin es importante, no sólo como un ejercicio de corrección de los registros históricos, sino como una forma de análisis del discurso que amplía nuestra comprensión de los motivos de guerra del líder ruso60. La teoría convencional de las relaciones internacionales, en particular el realismo, tiene limitaciones incorporadas en términos de comprender toda la gama de motivos de Putin. Como afirma Lebow, estos enfoques "tienden a tratar la guerra como un proceso ahistórico, en el sentido de que no la sitúan en la sociedad, sino que la tratan como una institución independiente"61.
Situar el discurso colonial de Putin en el contexto de una conciencia imperial más amplia ayuda a comprender las causas de la invasión. Incluso una investigación superficial de las declaraciones de Putin pone de manifiesto su deseo de restaurar Rusia como un gran imperio. Putin considera el colapso de la Unión Soviética como una humillación, a la que llama el "mayor desastre geopolítico del siglo". La caída de la URSS resultó en una pérdida de prestigio geopolítico, lo que Lebow denomina como "standing", una combinación visceral de honor y estatus que intenta cuantificar como una de las principales causas de guerra a lo largo de los siglos62. Según la narrativa rusa, la pérdida de prestigio de Rusia como resultado de su humillante colapso incluye una pérdida de sus teritorios históricos que requieren ser recuperados.
Laruelle cuantifica el aumento de las referencias culturales e históricas de Putin al imperio desde 2011, lo que identificamos como el giro conservador. Este "proyecto identitario" forma parte del esfuerzo de Putin por "reinventar Rusia como potencia imperial". Sagramoso, siguiendo a Toal, sostiene que la anexión de Crimea provocó un "cambio" en los "fundamentos intelectuales" de la política exterior de Putin, pasando de la competencia regional entre grandes potencias a una "fuerte mentalidad imperialista", lo que complementa y amplía la conclusión de Laruelle. La política exterior de Putin, nos recuerda Sagramoso, está dictada por un cúmulo de factores que incluyen intereses nacionales, legados históricos y preocupaciones por las zonas fronterizas, pero está encarnada en el "legado imperial" de Moscú63.
La retórica y las acciones de Moscú llevan el sello del imperialismo. Los enfoques centrados en Estados Unidos y la expansión de la OTAN pasan por alto la complejidad regional, así como episodios clave, como la admisión de Strelkov de desencadenar la guerra en 2014 o el descarado intento de Moscú de tomar Kíiv en febrero-marzo de 2022. Plokhy nos recuerda que Ucrania representa una "lucha sobre líneas de fractura históricas y culturales", que permite a las partes interesadas aplanar toda su complejidad en una "contienda entre Oriente y Occidente, Europa y el mundo ruso"64. Este enfoque minimiza el papel de los levantamientos populares centrales en estos acontecimientos, al tiempo que trivializa a los ciudadanos ucranianos como meros espectadores en una contienda de Grandes Potencias o como peones de la cooptación neonazi65. El hecho de que los propagandistas y responsables políticos rusos aquí descritos vean a Ucrania como un "trastorno mental" atrapado entre Moscú y Occidente debería motivar a estos académicos a adoptar un enfoque más sensato de la guerra ruso-ucraniana.
Traducido por Juan González
Artículo original
Publicado orginalmente
el 12 de diciembre
de 2022
Carl Mirra. PhD, es profesor y director de Estudios Liberales en la Universidad Adelphi. También es miembro del Consejo editorial de la revista de la National Academy of Pedagogical Sciences of Ukraine, Institute on Problems in Education, Kíiv. Ha publicado varios libros, y sus artículos sobre política exterior han aparecido en Cambridge Review of International Affairs, Foreign Policy in Focus y otras publicaciones. Además, es un exmarine que viajó a Ucrania en 2022 para recopilar historias orales y realizar una encuesta de opinión pública, mientras llevaba a cabo una labor humanitaria a pequeña escala.