Imagínese un país
Hanna Perekhoda
22 de octubre
de 2023
Imaginemos la siguiente historia: un país es ocupado y su población oprimida sistemáticamente. Las políticas del Estado ocupante fomentan la instalación de nuevos colonizadores permanentes: los colonos. La lucha por la emancipación de este pueblo oprimido no recibe suficiente apoyo de las fuerzas progresistas fuera del país y es marginada e ignorada por los principales Estados del mundo. Entonces, las fuerzas reaccionarias asumen la causa de la liberación nacional y reclutan a la población que sufre injusticias a diario. Sus métodos incluyen cada vez más actos terroristas. El gobierno de los colonizadores reprime brutalmente el movimiento y la resistencia se radicaliza cada vez más, dando lugar a una organización ultraderechista y ultrarreaccionaria.
En un momento dado, el equilibrio de poder internacional comienza a cambiar: las fuerzas imperialistas ultrarreaccionarias emergentes ganan poder, mientras que las democracias burguesas se encuentran cada vez más debilitadas, desacreditadas y pierden su posición de hegemonía absoluta, en parte debido a sus crisis políticas internas. Los imperialismos emergentes prestan apoyo a la organización reaccionaria que pretende representar al movimiento de emancipación nacional, convertido en portador de una ideología basada en el odio.
En un momento dado, impulsada por actores externos y debido al peso de la opresión interna que no hacía más que crecer año tras año, la organización intensifica los actos de violencia contra la población civil de la nación opresora: toma de rehenes, violaciones, asesinatos. En la historia de Ucrania, ya tuvimos una historia que se asemeja mucho a este escenario. Fue cuando el Ejército Insurgente Ucraniano bajo la dirección de la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN), nuestro propio Hamás, masacró pueblos enteros de polacos en Volinia y Galitzia Oriental en 19431.
Estoy dando deliberadamente una descripción simplificada y generalizada, ya que intentando identificar las estructuras que permiten no exotizar a Palestina, sino hacerla potencialmente comparable a otras situaciones de opresión colonial y resistencia legítima llevada a cabo no obstante por organizaciones ultraderechistas y ultrarreaccionarias. Esto no implica que Hamás y la OUN sean lo mismo, pero creo que la comparación es relevante y nos ayuda a comprender la dinámica sistémica que subyace a conflictos de este tipo.
A día de hoy, permanecer en silencio frente al apartheid y la violencia sistémica contra los palestinos y posicionarse del lado del régimen de Netanyahu, que busca aniquilar a 2 millones de personas en Gaza, es inaceptable. Decir que el asesinato de civiles por parte de Hamás es de alguna manera justificable o pretender que Hamás representa actualmente la lucha del pueblo palestino por la libertad también es igualmente inaceptable. Hamás y Netanyahu no sólo son dos fuerzas reaccionarias, sino que ambos declaran abiertamente que la población civil del adversario es un objetivo militar legítimo.
En esta situación, lo único razonable sería apoyar lo que queda del movimiento de emancipación palestino, que es capaz de luchar sin caer en el delirio ultrarreaccionario. También sería apropiado apoyar a los israelíes que activamente se oponen a su régimen colonialista de ultraderecha y apoyan el derecho de los palestinos a la autodeterminación. Sin embargo, ¿dónde están después de más de medio siglo de horror sin fin? Siguen existiendo, pero el hecho de que sean tan débiles también es culpa nuestra. No hemos hecho lo suficiente para apoyarles y hacerles fuertes frente a las fuerzas reaccionarias. Les hemos traicionado, pensando que expresar solidaridad es lo mismo que ayudar concretamente a la resistencia de los oprimidos. No, no es así.
Si seguimos por este camino, si nuestro activismo político se reduce hoy a colgar banderas en las redes sociales o a escribir comentarios interminables en Facebook, podríamos encontrarnos con una segunda Palestina con su Hamás, pero esta vez estará en medio de Europa y tomará como rehén a una población de más de 40 millones de personas. Sí, es muy probable que eso sea lo que ocurra si traicionamos a los ucranianos y permitimos que su país se divida en nombre de la "paz". Lo peor es que este es precisamente el tipo de escenario que algunos activistas de izquierda habrían preferido. Si Ucrania hubiera sido ocupada y sometida, sería mucho más cómodo expresar solidaridad con los ucranianos. Y sí, he escuchado este razonamiento con mis propios oídos.
A diferencia de Hamás, el grupo fascista Azov no está en el poder (todavía) y no está llevando a cabo masacres de familias enteras de civiles rusos que se han trasladado a las ciudades ucranianas ocupadas. Ucrania sigue defendiendo el proyecto democrático, y todavía existen muchas fuerzas que luchan contra el ocupante, pero abogan por un proyecto de Ucrania laica, abierta, antiautoritaria, socialmente consciente y justa. Sin embargo, parece que para algunos en la izquierda, esto no es suficiente para respaldar la lucha de un pueblo que acepta las armas estadounidenses. Por otro lado, apoyar a aquellos que reciben las armas de los iraníes nunca ha sido un problema para gran parte de la "izquierda occidental".
Me sorprende la reacción de muchas organizaciones de izquierda. La gente celebra lo que está ocurriendo en Israel/Palestina como si fuera "una apertura" hacia algo bueno, hacia la liberación y la emancipación de los oprimidos. Para mí, lo que está ocurriendo es un fracaso de la humanidad y, en particular, de todos aquellos que se identifican con las fuerzas de la izquierda. Lo que está ocurriendo hoy es un reconocimiento de la impotencia de todas las fuerzas progresistas, que no han hecho lo suficiente para respaldar la causa de los oprimidos, ya sea en Palestina, Irán, Siria, o en cualquier otro lugar. Ondear banderas palestinas quedó bien para la buena conciencia de los activistas contrarios a la corriente dominante, pero no fue suficiente. Los verdaderos palestinos continuaron enfrentando solos el horror de la ocupación.
Debemos tomar conciencia de ello y reconocer nuestro fracaso lo antes posible. Debemos dejar de engañarnos a nosotros mismos y finalmente comenzar a pensar seriamente en lo que podemos hacer concretamente hoy para oponernos al fascismo que se está propagando como un virus, y para brindar un apoyo real a quienes luchan por su emancipación antes de que caigan en el ciclo de la desesperación y el odio insuperable.
Traducido por Juan González
Artículo original
Publicado orginalmente
el 15 de octubre
de 2023
Hanna Perekhoda. Investigadora de historia rusa y ucraniana. Es una de las fundadoras del Comité Ucrania Suiza y miembro de la organización socialista ucraniana Sotsialnyi Rukh (Movimiento Social).