Post Soviet Left y La France Insoumise: los desvaríos de la izquierda sobre Ucrania
            
             Victoria 
  
2 de noviembre
     de 2025
            
            
    
    Delegación del PSL y de La France Insoumise ante el Consejo de Europa, el 23 de junio de 2025.
El 27 de octubre, la militante anarcofeminista ruso-ucraniana Galina Rymbu, nacida en el pueblo obrero de Tchkalovski, cerca de Omsk, en Siberia occidental (Rusia), y residente en Ucrania desde 2018, publicó un artículo titulado “Nada en común”, en el que revelaba los vínculos de una organización llamada Post Soviet Left (PSL), compuesta por ciudadanos ucranianos, rusos y bielorrusos. Varios de sus miembros, especialmente los de la sección ucraniana, mantienen lazos con activistas masculinistas de extrema derecha del ámbito rusófono y organizan actos políticos junto a ellos. Además, algunos miembros del PSL tienen un pasado político dudoso. Esta organización y sus integrantes influyen directamente en la política ucraniana de ciertos partidos de izquierda de Europa occidental, especialmente La France Insoumise.
Una figura destaca y coordina la política ucraniana en la mayoría de los eventos del PSL: Andréi Konovalov. Puede vérsele aquí en el centro de una foto junto a la diputada insumisa Sophia Chikirou, disponible en la cuenta pública de Instagram del PSL. También participó como ponente en un evento público organizado en París el 5 de octubre de 2025, titulado “Contra la guerra”, al que fue invitada, entre otros, la diputada británica de izquierda Zarah Sultana. Nueve diputados de La France Insoumise firmaron la declaración final de este acto, junto a varios representantes de la izquierda de Europa occidental. Volveré más adelante sobre ese evento y dicha declaración conjunta.
Otra aparición notable del PSL, visible también en su cuenta pública de Instagram, fue el 9 de mayo de 2025 durante la marcha del Regimiento Inmortal —una iniciativa nacionalista y revisionista gran rusa que hace tiempo se transformó en herramienta de propaganda del régimen de Vladimir Putin, alimentando el revisionismo ultranacionalista ruso sobre la Segunda Guerra Mundial. La diputada insumisa Sophia Chikirou fue objeto de burla en mayo de 2025 por parte de Le Canard Enchaîné por su presencia en esa manifestación.
Volvamos a lo esencial: ¿quién es Andréi Konovalov? No es conocido en los círculos de izquierda ucranianos, y sus actividades en Ucrania antes de su emigración en 2021 son desconocidas. En el programa opositor ruso Rabkor, donde fue entrevistado el 30 de enero de 2025, declaró que apoyaba al bloguero ucraniano Anatoly Shariy.
Shariy es un bloguero de extrema derecha que era invitado habitual en los canales de televisión del oligarca y amigo de Putin Víktor Medvedchuk, quien antes de la guerra a gran escala controlaba un vasto imperio mediático y político en Ucrania. Medvedchuk era el padrino de la esfera informativa del Kremlin en el país, un riquísimo oligarca cercano a Putin. Actualmente vive en Rusia, después de haber sido liberado en un intercambio de prisioneros.
En cuanto a Shariy, su historial habla por sí solo: fue miembro de la asociación homófoba “El amor contra la homosexualidad”. En una publicación de 2010 apoyó el exterminio de homosexuales y gitanos en las cámaras de gas durante el Tercer Reich. En 2011 fue procesado penalmente por intento de asesinato tras disparar contra un empleado de McDonald’s en Kíiv. Entre otras cosas, también fue un militante pro-Ruso conspiranoico con ideas de extrema derecha; desde entonces vive en España.
En la misma entrevista de Rabkor, Konovalov fue preguntado sobre sus lazos con la izquierda ucraniana. Afirmó que no mantiene ningún contacto con las organizaciones o militantes de izquierda ucranianos porque le provocan “molestias y sensaciones desagradables”.
Konovalov también participa, en nombre del PSL, en eventos con representantes de la manosfera antifeminista. Se le puede ver como coorganizador en Berlín de un acto por el “Día Nacional del Hombre” el 17 de noviembre de 2024, donde concedió una breve entrevista al canal de Telegram del medio ucraniano VotTak. Otro miembro del PSL presente en esa concentración fue Viktor Sydorchenko, entrevistado aquí en la cuenta de Instagram del militante masculinista Serguéi Khorolsky.
Sydorchenko es exmiembro del Partido Comunista Ucraniano (PCU), un partido rojipardo estalinista e irredentista ruso. En marzo de 2014 coordinaba las manifestaciones Antimaidán en Járkiv junto al PCU, el micropartido rojipardo Borotba y organizaciones de extrema derecha irredentistas rusas como Rus’ Triyedinaya (Trinidad Rusa), Russkiy Vostok (Rusia Oriental), Velikaya Rus’ (Gran Rusia) y Oplot (Bastión).
El PCU, junto a otros grupos irredentistas, intentó crear un movimiento separatista en el este, el centro y el sur de Ucrania, sin mucho éxito: la gran mayoría de la población se oponía. El 78% de los habitantes del este, el 89% del sur y el 93% del centro de Ucrania estaban en contra de la intervención rusa, según una encuesta de septiembre de 2014.
    
    Manifestación anti-Maidán y pro-rusa que reunió a 2.000 personas el 16 de marzo de 2014 en Járkiv, organizada por el Partido Comunista de Ucrania, el micro-partido estalinista Borotba y las organizaciones de extrema derecha Rus’ Triyedinaya, Russkiy Vostok, Velikaya Rus y Oplot.
De acuerdo con un sondeo del KIIS de febrero de 2014, solo el 15% de los habitantes del óblast de Járkiv —donde Sydorchenko participó activamente en las manifestaciones irredentistas— querían unirse a Rusia, mientras que el 85% no lo deseaba. Esta proporción se redujo aún más en toda Ucrania entre 2014 y 2021. Según el último barómetro del Instituto de Sociología de Kíiv, que formuló esta pregunta todos los años entre 2008 y 2021, en noviembre de 2021 el 6% estaba a favor y el 90% en contra de unirse a Rusia; en febrero de 2014, las cifras eran del 12% y 82% respectivamente.
El periodista y economista 
Denys Gorbach, exmiembro del movimiento político anarcosindicalista ucraniano 
Avtonomna Spilka Trudyashchykh (Sindicato de los Trabajadores Autónomos), refugiado en Francia, donde defendió en 2022 una tesis doctoral en Ciencia Política en Sciences Po Paris titulada “
La (de)construcción de la clase obrera ucraniana: política cotidiana y economía moral en una ciudad postsocialista”, escribe sobre el PCU en su artículo 
“After the ban: a short history of Ukraine’s Communist Party” publicado en 2016:
    “Los años 2000 vieron un cambio en el entorno político. (...) Los movimientos populistas con eslóganes y programas vagos empezaron a marginar a los partidos de ‘izquierda’ socialmente conservadores. En este contexto, el PCU vio caer su popularidad (...) pero logró evitar la erradicación política total gracias a su completa y definitiva transformación en un partido de derecha conservadora.
    
    Dos ejes guiaron la retórica del PCU durante esos años: el nacionalismo prorruso y la igualdad social. Pero aunque condenaba el nacionalismo con palabras, en los hechos el PCU se convirtió en el principal promotor del nacionalismo ruso, proclamando la superioridad del pueblo eslavo sobre otros grupos étnicos y difundiendo islamofobia en Crimea. Esto hace que los comunistas sean ideológicamente similares a otros partidos de derecha populista europeos.
    
    Por ejemplo, basándose en su programa, resulta difícil distinguir entre el PCU y el Frente Nacional francés. (...) Ambos partidos deben su éxito a las políticas identitarias, jugando con las fobias conservadoras de un electorado económicamente vulnerable. (...) Dejando de lado el análisis de clase, el PCU pretendía defender los intereses ‘del pueblo’ contra los ‘oligarcas’, pero combinaba esa retórica con un fuerte conservadurismo social (a favor de la pena de muerte, pronatalista, perseguidor de las personas LGBT).
    
    Además, el PCU no es ajeno a la geopolítica conspirativa: en respuesta a la violenta represión en Kazajistán de la huelga de los trabajadores del petróleo de Zhanaozen en 2011, el periódico del partido condenó la rebelión por ‘perturbar la estabilidad política’ en beneficio supuesto de los servicios secretos estadounidenses.
    
    En los días exaltados de 2014, el PCU volvió a mostrar su verdadero rostro: votó a favor de la ley del 16 de enero que el gobierno de Viktor Yanukóvych y Nikolai Azarov buscaba usar para introducir la censura en Internet, limitar seriamente la libertad de expresión y de reunión, y ampliar los poderes represivos del Estado. Lo más irónico es que una de esas leyes pretendía criminalizar el acto de ‘difundir inestabilidad social’, una norma jurídica usada durante mucho tiempo para reprimir a trabajadores y activistas de izquierda en Kazajistán y Rusia.”
El otro coorganizador del acto del 17 de noviembre de 2024 fue Serguéi Khorolsky, uno de los líderes de la manosfera rusófona. En su canal de YouTube, con 34.000 suscriptores, milita por los “derechos de los hombres” y “contra la discriminación hacia los hombres”. Antes de la invasión a gran escala, publicaba canciones que incitaban a la violencia extrema contra mujeres y feministas, así como al acoso sexual en Internet. Desde su emigración a Alemania, sigue activo en defensa de los “derechos de los hombres”.
Sus canciones antifeministas son difundidas por la manosfera rusófona en canales de Telegram de propaganda rusa con cientos de miles de suscriptores. En su canal de YouTube publica además parodias sexistas e islamófobas dirigidas contra las refugiadas ucranianas. En sus videos aborda temas como los peligros de “la pedohisteria y los matices de la psicología femenina” o los riesgos de “la dominación femenina en el ámbito jurídico”.
Simultáneamente, el mismo día se celebraron en Dublín varios actos organizados por otros representantes de la manosfera, entre ellos Alexander Remiz, “líder del grupo de Dublín”, que gestiona los canales masculinistas de YouTube y Telegram Men of the World. Tanto Khorolsky como Remiz afirmaron en sus respectivos canales que la concentración de Dublín estaba coordinada con la de Berlín, ambas realizadas el 17 de noviembre de 2024.
El PSL, por su parte, difundió en su cuenta de Telegram un enlace al canal “Manifestaciones por los derechos de los ucranianos”, vinculado a Khorolsky, que sirvió de plataforma para organizar los actos conjuntos entre el PSL y la manosfera.
Alexander Remiz, bloguero masculinista, sostiene en sus canales de Telegram y YouTube teorías conspirativas según las cuales la guerra en Ucrania sería un complot del “matriarcado ruso y ucraniano” para “exterminar a los hombres”, tesis que expone en un video de Serguéi Khorolsky. También publicó en YouTube un video titulado “Los izquierdistas: quiénes son y por qué son peligrosos”.
Asimismo, Andréi Konovalov y Serguéi Khorolsky aparecen como principales participantes en un video difundido por el canal ruso de YouTube Vestnik Buri (con más de 350.000 suscriptores) titulado “Ucrania y movilización: objetores, desertores, caos”.
Galina Rymbu describe las actividades de estos actores en su artículo:
    “Estos movimientos buscan difundir su discurso (incluido el prorruso) en el territorio de la UE y durante las reuniones de emigrantes rusófonos. Estos ‘activistas’ también intentan alcanzar a su ‘público objetivo’ que permanece en Ucrania, aunque no se sabe en qué medida lo consiguen, ya que los principales medios que utilizan siguen siendo sitios web rusos.”
Andréi Konovalov declaró también en el canal de YouTube ruso Rabkor que su trabajo consistía en asesorar a partidos de izquierda alemanes y franceses sobre la “situación en Ucrania” y ayudarlos a elaborar una estrategia y una “posición ante la guerra”.
Konovalov y Viktor Sydorchenko estuvieron presentes en una audiencia en la Asamblea Nacional francesa el 12 de marzo de 2025, junto con representantes de La France Insoumise. Allí acordaron con los delegados insumisos la creación de un “grupo de trabajo bilateral” encargado de transmitir su experiencia sobre la guerra ruso-ucraniana y reforzar sus “canales de influencia” sobre la izquierda francesa.
El PSL también publicó en su sitio web el resumen de una intervención en el Consejo de Europa el 23 de junio de 2025, en la que la organización estuvo representada por Andréi Konovalov, acompañado por la diputada insumisa Sophia Chikirou y por “parlamentarios franceses y miembros del grupo The Left”.
El PSL, en un comunicado publicado el 28 de octubre de 2025 en su canal de Telegram, respondió a las acusaciones negando estar vinculado con Khorolsky o con el llamado “grupo de Dublín”, así como haber coordinado los actos con dichos colectivos. Afirmó promover valores feministas e inclusivos hacia las personas LGBT+, condenar la invasión rusa y no tener control sobre quién asiste a sus concentraciones.
Sin embargo, varios elementos permanecen en duda, empezando por las propias declaraciones de Khorolsky y Remiz. En el canal de Telegram Men of the World, Remiz anunciaba: “Cita en la Spire, en pleno centro de Dublín, el domingo 17 de noviembre, de 14h a 16h, para una concentración en honor al Día de los Héroes de Tisza y al Día Internacional del Hombre. Una concentración simultánea tendrá lugar en Berlín, ante la Puerta de Brandeburgo, a las 13h del mismo día.” Por su parte, Khorolsky publicaba en su canal de Telegram: “Ayer, 17 de noviembre, simultáneamente con nuestra concentración en Berlín, otra tuvo lugar en Dublín. ¡Ucranianos, es hora de uniros y salir a las calles en todo el mundo, porque la dictadura de ZE está cada vez más hambrienta!”.
El escaso número de participantes —menos de diez en Dublín y apenas una decena en Berlín— y sus perfiles claramente identificables (limitados a miembros del PSL y a activistas masculinistas) apuntan más a un acto político militante con un objetivo específico que a una manifestación popular de gran alcance. Y, en mi opinión personal, una manifestación o reunión organizada por la izquierda suele congregar, en general, a personas de izquierda.
La elección de la fecha —el Día Internacional del Hombre—, una jornada recurrentemente instrumentalizada por los movimientos masculinistas, también resulta significativa. Además, el propio PSL, en su comunicado, confirma haber sido el organizador de los actos, lo que deja dos versiones enfrentadas.
Durante el evento, Khorolsky tuvo un altercado con una mujer a la que describe en su video como “una periodista provocadora”, sin que ninguno de los hombres presentes en la concentración de Berlín reaccionara. Finalmente, el hecho de que Serguéi Khorolsky y Andréi Konovalov aparezcan juntos en una misma entrevista en un canal ruso de YouTube, o que Khorolsky entrevistara a Sydorchenko en su propio canal durante el acto, sugiere que ambos frecuentan entornos políticos similares.
El PSL, en su comunicado, no aborda ninguna de las declaraciones personales ni las filiaciones políticas pasadas o presentes de Konovalov y Sydorchenko, mencionadas en el artículo de Galina Rymbu.
Volviendo al acto “contra la guerra”, este tuvo lugar el 5 de octubre de 2025 en el Dôme de Paris. Entre los ponentes se encontraba Andréi Konovalov, que intervino ante una sala llena con la presencia de representantes de izquierda de varios países de Europa occidental. En su discurso, Konovalov hizo numerosas afirmaciones imposibles de verificar, centradas en presentar a la Ucrania en guerra —país que abandonó en 2021— como un Estado dictatorial y fascista.
Galina Rymbu describe su intervención como “un conjunto de argumentos emocionalmente reconocibles que coincidían ampliamente con los del régimen ruso”. Habiendo escuchado ese discurso, comparto plenamente esta apreciación.
El escepticismo se refuerza por el hecho de que Konovalov nunca menciona la colonización y ocupación ilegal del este y del sur de Ucrania, donde viven tres millones de personas bajo una ocupación brutal; ni a los decenas de miles de presos políticos en cárceles rusas; ni a los cientos de miles de niños ucranianos secuestrados y deportados; ni a las centenas de miles de víctimas civiles de la agresión colonial rusa.
La crítica al gobierno neoliberal de Zelensky es, por supuesto, legítima y necesaria. También es perfectamente válido abordar los temas de la movilización militar, las violaciones de derechos humanos cometidas por algunos sectores del ejército ucraniano o la persistencia de prácticas propias del viejo aparato militar soviético. Pero se trata de un asunto extremadamente sensible y complejo en Ucrania, que exige ser tratado con rigor y conocimiento de causa.
La visión presentada por Konovalov en su discurso, en mi opinión, tiene poco que ver con la realidad de los debates internos que sacuden a la sociedad ucraniana en torno a estas cuestiones.
Konovalov se presenta como “objetor de conciencia”, pero esa afirmación carece de fundamento: abandonó Ucrania antes de la guerra, en 2021, y además los hombres menores de 25 años y los estudiantes no están sujetos a la movilización.
El país ha resistido y sigue resistiendo gracias a las estructuras de solidaridad colectiva, a las donaciones masivas de los ciudadanos ucranianos al ejército, y a la entrega de millones de trabajadores y trabajadoras que sostienen la retaguardia. Estas redes de apoyo popular compensan las carencias de las políticas neoliberales del gobierno de Zelensky: sin ellas, Ucrania se habría derrumbado hace tiempo.
La Ucrania que Konovalov describe ante una audiencia de izquierdistas europeos no habría resistido ni un mes de guerra frente a la Federación Rusa si su sistema político, mediático y social fuera realmente como él lo pinta. Una guerra total de desgaste —sobre todo para un país que cuenta con seis veces menos habitantes que el imperio colonial al que se enfrenta— no se libra únicamente con un millón de soldados, de los cuales 100.000 son mujeres voluntarias.
La adhesión de Konovalov a ideólogos prorrusos de extrema derecha, junto con sus vínculos con los entornos masculinistas rusófonos y el espacio informativo ruso, invitan, en consecuencia, a la mayor prudencia.
En una carta abierta dirigida a la diputada británica de izquierda Zarah Sultana, presente en el acto del 5 de octubre y que poco después se pronunció públicamente contra la ayuda a Ucrania, Galina Rymbu vuelve a referirse al discurso de Konovalov:
    “Fue igualmente triste escuchar cómo Konovalov, en su discurso del 5 de octubre de 2025, manipuló el genocidio en Gaza y los sentimientos de miles de activistas de izquierda que simpatizan con el pueblo palestino. En su intervención, describió a Ucrania como un Estado cruel comparable a Israel. Siguiendo esta lógica, ¿significa eso que Rusia sería Palestina? ¿Por qué 4.500 personas de izquierda, dotadas de espíritu crítico, reunidas en esa sala, no solo aceptaron esa trampa terrible, sino que además respondieron con aplausos a manipulaciones que no tienen nada que ver con la historia ni con las realidades políticas de los Estados mencionados?”.
Del evento “Contra la guerra” surge una declaración común firmada por nueve diputados de La France Insoumise, tres diputados británicos, una eurodiputada española y un eurodiputado belga, que pone al agresor y al agredido en el mismo plano, sin mencionar en ningún momento la agresión ilegal de Rusia ni los innumerables crímenes de lesa humanidad cometidos por su ejército. Esta declaración equipara a los gobiernos ucraniano y ruso sin abordar nunca la naturaleza colonial del régimen fascista de Vladímir Putin. También llama al fin del apoyo militar a Ucrania.
Una posición semejante es, en mi opinión, inaceptable, sabiendo que la alternativa sería la capitulación y la colonización total de Ucrania, que quedaría bajo el yugo del imperio fascista ruso. No resulta, por tanto, sorprendente que no figure ningún representante importante de la izquierda o de la extrema izquierda nórdica, ni ningún representante de Europa del Este, ni tampoco ninguna organización de izquierda o de extrema izquierda ucraniana firmante de semejante declaración.
Resulta asimismo algo surrealista imaginar que el principal partido de izquierda francés base parte de su política ucraniana en las opiniones de un individuo sin presencia pasada ni presente en los círculos militantes de la izquierda ucraniana, admirador en cambio de figuras de la extrema derecha rusófona, que en nombre de su organización coorganiza actos con masculinistas de extrema derecha rusófonos, y en un antiguo militante estalinista prorruso que coordinó manifestaciones junto a organizaciones de extrema derecha prorrusas.
Teniendo en cuenta las posiciones de Jean-Luc Mélenchon y de La France Insoumise respecto a Ucrania —en las que las denuncias de los crímenes de colonización, ocupación y lesa humanidad cometidos por Rusia se pueden contar con los dedos de una mano—, es legítimo preguntarse por la influencia de una organización así en la postura del partido, cuando numerosos militantes de izquierda y extrema izquierda de Ucrania y Europa del Este vienen expresando su desacuerdo con esas posiciones desde hace cuatro años.
Conviene también recordar que oponerse a Vladímir Putin no equivale necesariamente a oponerse al imperialismo ruso ni a la visión imperial y colonial de la Gran Rusia. Hay opositores que lo hacen y otros que no. El discurso de las personas vinculadas a este partido se asemeja a una reedición de la visión gran rusa envuelta en un envoltorio “de izquierda”, que pone en el mismo plano a Ucrania y Rusia, y aboga por el fin de la ayuda a Ucrania, algo que tendría consecuencias desastrosas para los ucranianos. El discurso que la propaganda de extrema derecha rusa dirige a la internacional fascista se presenta con un envoltorio distinto, pero llega a las mismas conclusiones.
No afirmo en ningún caso que estas personas sean propagandistas o agentes dobles. Quien conozca la influencia de la propaganda rusa, sus cadenas de televisión, sus redes de “información alternativa” en todo el espacio postsoviético y en Rusia, y la manera en que esta propaganda mantiene a la población en una realidad paralela —hasta qué punto constituye una herramienta central de control interno y de influencia exterior—, sabe que estas personas creen realmente lo que dicen. Su influencia, sin embargo, es extremadamente minoritaria hoy en Ucrania. La visión misógina y la adhesión a entornos masculinistas dentro de este espacio informativo no son un “fallo”, sino una “característica”: la Federación Rusa y sus canales de propaganda difunden en el espacio rusófono y en el mundo discursos homófobos, transfóbicos y sexistas; el país posee una de las legislaciones más represivas del mundo contra las personas LGBT+ y queer, y promueve una visión reaccionaria y retrógrada de la mujer.
Corresponde, pues, al principal partido de izquierda francés identificar ideológicamente a sus interlocutores en el contexto de la guerra informacional que la Federación Rusa libra contra Ucrania, sus ramificaciones y el riesgo real de que el conflicto se amplíe —algo que nadie desea y que todos quieren ver terminado. También hay que subrayar que la visión de Andrei Konovalov es extremadamente minoritaria en Ucrania, incluso dentro de la izquierda y la extrema izquierda ucranianas, en las que nunca ha militado, y también entre la población rusófona, que es la primera víctima civil —en primera línea, en los territorios ocupados— de los crímenes de lesa humanidad y de ocupación de la Federación Rusa.
La posición de Konovalov está marcada por la influencia de la extrema derecha rusófila en Ucrania. Si La France Insoumise no tiene reparos en denunciar cierto nacionalismo ucraniano de extrema derecha, parece incapaz de identificar una postura irredentista rusa. Dicha postura suele ir acompañada de una visión antifeminista, anti-LGBT y racista; de la presencia en los entornos radicales de extrema derecha rusos, tanto en línea como militantes; y de la ausencia total de los círculos militantes ucranianos de cualquier orientación política. El irredentismo gran ruso y el ultranacionalismo ucraniano son dos posiciones políticas de extrema derecha, minoritarias dentro de la sociedad ucraniana, y ofrecerles una plataforma en partidos de izquierda progresista de Europa occidental resulta irresponsable.
Galina Rymbu menciona en su artículo la irresponsabilidad de otorgar poder a este tipo de personas dentro de los entornos de izquierda, especialmente en relación con las comunidades de refugiados ucranianos y rusos vulnerables, sobre los que podrían ejercer influencia:
    “Creo que su presencia en las comunidades militantes de izquierda podría ser peligrosa. Al fin y al cabo, las feministas y las mujeres trabajan a menudo en los espacios de izquierda y, en el exilio, ya se enfrentan a riesgos y vulnerabilidades adicionales. Pienso que para todas las mujeres, sea cual sea su orientación política o su postura sobre la guerra, trabajar en el mismo ámbito —o en uno cercano— con miembros radicales de la manosfera aumenta considerablemente el riesgo de violencia sexual, física y psicológica. (…)
    
    ¿Son realmente estos los aliados políticos que pueden acercarnos a la paz, sea cual sea el contexto? También creo que presentar a estos representantes del ala radical de la manosfera como opositores, activistas, defensores de los derechos humanos o pacifistas ucranianos no solo desacredita los movimientos, los valores y las ideas de la izquierda, sino que además crea un riesgo importante de comprometer a las organizaciones locales de la izquierda europea. A su vez, la izquierda europea podría estar desinformada y, bajo el pretexto de apoyar a la oposición de izquierda ucraniana, verse empujada a brindar apoyo político a grupos de hombres radicales que difunden discursos neofascistas y llaman a la violencia extrema contra las mujeres. (…)
    
    Creo que este es un caso en el que el fin no justifica los medios. Ciertamente podríamos mantener una discusión equilibrada sobre los envíos de armas, la evolución de la política mundial y las formas de poner fin a la agresión militar rusa, aunque las posturas de los dirigentes del PSL y de Paz desde abajo me parezcan algo surrealistas. Pero pienso que ese debate debe abordarse con distancia y cautela. Como feminista y mujer con experiencia, no me siento cómoda con la idea de entablar un diálogo con fuerzas políticas que recurren a grupos de hombres —en línea y fuera de ella (!)— para llevar a cabo sus programas.
    
    En cuanto a las demás actividades del PSL, de Paz desde abajo y de sus aliados destinadas a desacreditar a Ucrania y difundir discursos de propaganda rusa, creo que cada cual puede formarse su propia opinión sobre la necesidad de esa iniciativa y los cambios que pretende lograr. Pero a primera vista, me parece personalmente que las ideas promovidas por la coalición de Paz desde abajo, el PSL y sus aliados durante los mítines “contra la dictadura en Ucrania” y otras manifestaciones “contra la guerra”, dentro de comunidades de emigrantes vulnerables, en plataformas europeas y en los medios, no tienen nada que ver con la defensa real de los derechos humanos en Ucrania y en la Federación Rusa, ni con la lucha actual de la izquierda. No nos acercan a la paz ni a la justicia; al contrario, nos alejan de ellas —para todos sin excepción— o crean simplemente todas las condiciones para que esa ‘paz’ sea lo más catastrófica posible para los ucranianos.”
Es importante precisar que este artículo no cuestiona la acogida ni el apoyo a los refugiados rusos, ucranianos o bielorrusos por parte de La France Insoumise —lo cual es legítimo, independientemente de sus ideas políticas—, sino la pertinencia de las organizaciones y personas mencionadas para coordinar o participar en la política del principal partido de izquierda francés sobre una cuestión de tal importancia. Se trata de comunidades vulnerables, precarias, desplazadas; por ello, se requiere especial atención y vigilancia respecto a quién se ofrece una plataforma política.
Por otro lado, el desconocimiento de los contextos políticos ruso y ucraniano no puede justificar por sí solo una ceguera semejante ante una guerra colonial, cuyos crímenes de ocupación se publican cada día, cuando miles de periodistas ucranianos e internacionales arriesgan sus vidas para informar sobre ella —135 han sido asesinados por el ejército ruso desde 2022—; cuando numerosos activistas ucranianos y rusos de todas las corrientes políticas llevan cuatro años alzando su voz para denunciar esta guerra colonial; cuando existen organizaciones de izquierda y extrema izquierda ucranianas y rusas que militan contra la colonización y por la resistencia; cuando los movimientos de resistencia rusos arriesgan su vida dentro de Rusia para sabotear infraestructuras críticas de la maquinaria de guerra rusa y coordinan sus acciones con los movimientos de resistencia ucranianos en los territorios ocupados —un ejemplo de resistencia internacionalista y solidaria entre pueblos.
Es revelador que, por ejemplo, el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) —un partido situado significativamente más a la izquierda que La France Insoumise en el panorama político francés y que ha enviado en varias ocasiones militantes a Ucrania para reunirse con organizaciones de izquierda y sindicales del país— mantenga una posición equilibrada. Cabe recordar que cualquiera puede viajar a Ucrania: el país está abierto.
Terminaré con las palabras de Galina Rymbu, que cita al filósofo esloveno Slavoj Žižek: “Coincido con Žižek, quien en los últimos años llama literalmente a la izquierda a ‘lavarse la cara con agua fría’ y empezar a vivir y pensar estratégicamente dentro de la realidad en la que nos encontramos. Puede que no sea el mundo con el que soñábamos. Puede que sea una catástrofe para nosotros. Pero la realidad es que debemos empezar a adaptarnos al espacio de la catástrofe y aprender a gestionarla. Solo ese enfoque nos da esperanza para el futuro.”
Nota: Toda esta información es pública, tiene como fuentes este artículo, el artículo de la militante anarquista ruso-ucraniana Galina Rymbu, y es el resultado de investigaciones complementarias basadas en hechos, datos y grabaciones públicas difundidas por el PSL, las entidades públicas y las personas implicadas.
            Traducido por Juan González
            Artículo original
            
            Publicado orginalmente 
    
    
    
    
    el 1 de noviembre
         de 2025