Las falsedades de la batalla de Járkiv


Antoine Rabadan
18 de junio de 2024

La ofensiva rusa desencadenada el 10 de mayo en la región de Járkiv, en el norte de Ucrania, da mucho que hablar, o más bien ha dado mucho hablar porque, cuando escribo estas líneas (26 de mayo), está bloqueada. Signo que no engaña, los clásicos comunicados triunfalistas sobre este ataque de los propagandistas rusos, repetidos por sus amigos prorusos del mundo entero, son cada vez más raros, hay límites incluso para el torrente de locuras a los que nos acostumbran. Pero, como vemos a propósito de estos eventos de Járkiv, a veces desestabilizan a sus destinatarios, entre otros, entre los menos inmunes a antifakes de nosotros, a las y los solidarios de Ucrania: y esto por falta de vigilancia, difícil de contrarrestar, de lo que se da a ver en la superficie de las cosas. Especialmente del movimiento de las cosas, de sus resortes internos y de los efectos que inducen, en el caso que nos interesa, en el plano decisivo de las tácticas / estrategias militares.

257 km2 en una semana...

Es cierto que en unos días el avance de las tropas rusas fue fulminante, bueno, esto es lo que hemos leído aquí y allá. Demos un solo ejemplo significativo del entusiasmo mediático causado: “Guerra en Ucrania: los mapas del avance ruso, el avance más importante de los últimos dieciocho meses”, “la mayor ganancia de territorio ucraniano en 2 años y medio. [...] 257 km2 en una semana. [...] Las fuerzas rusas no habían logrado un avance tan rápido en territorio ucraniano desde mediados de diciembre de 2022 ”, nos anuncia el Huffingtonpost el 16 de mayo. Dicho esto, seamos justos, unas líneas más adelante, el Huffingtonpost se siente obligado a salir del sensacionalismo deslumbrante de su apertura para establecer los puntos de referencia correctos (¡todo está en el “sin embargo”!):

“Desde principios de 2024, Rusia ha conquistado alrededor de 800 km2, más de lo que en todo el año 2023 (600 km2). Sin embargo, este avance sigue siendo muy moderado, ya que representa menos del 1% del territorio ucraniano actualmente controlado por Moscú”. Y sí, todo eso, 257 km2 en una semana, para eso, obtener 800 km2 desde principios de año, ni siquiera el 1% del territorio ucraniano ocupado por los rusos... Agreguemos un poco: estos 257 km2 suponen exactamente el 0,24% en todos los territorios ocupados (incluida Crimea) hasta la fecha, que a día de hoy asciende al 17,62% o 106.361 km2 de los aproximadamente ¡603.550 km2 que tiene el territorio ucraniano antes de las intrusiones anexionistas rusas! Si alguien prefiere visualizar los órdenes de magnitud, puede consultar el muy expresivo juego de colores de la cartografía (ver adjunto), establecida por Le Monde, de las ganancias y pérdidas territoriales desde el inicio de la invasión el 24 de febrero de 2022 hasta febrero de 2024.

Resulta con claridad que estos 106.361 km2 que los rusos ocupan después de su avance fulminante sobre Járkiv corresponden, más o menos a la superficie conquistada por ellos desde... ¡noviembre de 2022 (105.500 km2)! ¡Menudas conquistas! Perdón por esta salida que no debe hacer olvidar el terriblemente pesado balance humano (por no hablar del balance material) que provocan estas... congeladas ganancias territoriales rusas. Lado ucraniano: 300.000 soldados ucranianos puestos fuera de combate, incluidos 75.000 muertos (cifras de marzo de 2024 según Michel Goya); 10.600 civiles muertos y casi 20.000 desaparecidos (entre 2022 y 2024 según la ONU); lado ruso: unos 350.000 muertos y heridos (entre febrero de 2022 y marzo de 2024 según fuentes estadounidenses). Detrás del ridículo de los logros territoriales rusos en Ucrania, se encuentra el trágico y exponencial balance humano del que tendrá que dar cuenta el criminal del Kremlin.

Además, es esta relación del número de personas asesinadas, heridas o desaparecidas con los kilómetros cuadrados ganados y el tiempo que se tardó en ganarlos y no ganar más lo que debería ser el primer barómetro del estancamiento estratégico en el que está encerrada la Rusia de Putin, así como el significante de la doble naturaleza correlacionada del régimen vigente: por un lado, neofascista por el aplastamiento metódicamente instituido de toda oposición y atomización/pasivización del conjunto de la población en el interior y, por otro lado, imperialista tendencialmente genocida-fascista en el exterior, es decir, transformando a la población civil del país invadido en un objetivo militar a destruir, sin ningún escrúpulo y en total ruptura con el derecho de guerra y, sencillamente, el derecho internacional.

Todo basado en una dialéctica infernal del interior/exterior que, desde la lógica absoluta de conquista territorial en el corazón de la agresión contra Ucrania sin tener en cuenta el número de víctimas, tanto civiles como militares, en este último caso que involucran a sus propios soldados, hace que se lleve a cabo gradualmente una conquista de población que amplía el dominio neofascista que sufre el pueblo ruso a la población que permaneció en los territorios ocupados y anexados de Ucrania. ¡A lo que se suma, finalmente, como vector esencial de una rusificación militarista totalitaria de estos territorios, un proceso progresivo de colonización de (re)poblamiento propiamente rusa! No olvidaremos, además, en esta identificación dialéctica, la interacción esencial para la comprensión de lo que está sucediendo en la zona de Járkiv como en el resto de Ucrania, entre el estallido de esta guerra exterior y el cambio político interno hacia la (neo) fascistización total / totalitaria del régimen ruso, hasta ahora solo tendencial.

Járkiv y el farol ruso

Colocados los elementos constitutivos de la guerra en curso en su contexto geopolítico, sin ninguna pretensión de exhaustividad, debemos estar de acuerdo en que razonar, es la palabra, en evaluaciones de ganancias (y pérdidas) territoriales es el primer indicador fundamental que permite apreciar las correlaciones de fuerzas entre beligerantes, además, cuando estamos, como es el caso en Ucrania, prioritariamente, en esta etapa de la guerra, ante un proceso de conquista territorial. Proceso que no permite de ninguna manera sobreestimar una potencia ofensiva rusa en Ucrania que se demuestra como una potencia de destrucción y crímenes, pero desprovista de la capacidad tanto táctica como estratégica para crear los avances del frente necesarios para concretar el objetivo afirmado de la conquista de territorio. Lo que está sucediendo en Járkiv confirma esta observación contra mucho de lo que se ha dicho y escrito al respecto. Veamos esto más de cerca

Para comprender al máximo el significado de la ofensiva sobre Járkiv en el conjunto de la táctica general desplegada por el alto mando ruso, podemos partir de lo que Yohann Michel, académico e investigador del Instituto de Estudios de Estrategia y Defensa (IESD) de la Universidad de Lyon, llama, en una entrevista en video sobre la guerra en Ucrania, un “bloqueo táctico”, noción de uso corriente entre especialistas en cuestiones militares, que plantea directamente, por lo que nos interesa, la problemática de las ganancias y pérdidas territoriales. Resumamos: este bloqueo táctico designa, entre otras cosas, el estancamiento de situación de un ejército que ya no avanza, exactamente el caso de Rusia en el frente, lo hemos visto, desde noviembre de 2022.

Atacar la región de Járkiv puede, a partir de ahí, es la opinión de Yohann Michel, entenderse, no como un intento ruso de tomar la ciudad homónima, lo que es considerado totalmente irreal por los especialistas militares, a tal grado ha llegado agotamiento del ejército ruso, sino de desbloquear la situación en el frente cercano del Donbás (en el que la ocupación total del subconjunto de la provincia de Donetsk, alrededor de Chasiv Yar, es un objetivo central para Putin) donde los rusos actualmente concentran la mayor parte de su poder de fuego. Desbloquear por Járkiv el frente de Donbás, ¿cómo? Obligando a los ucranianos a despojar a este de una parte de sus unidades para fortalecer el nuevo frente norte y así, por el debilitamiento inducido de las defensas, a abrir el camino a los rusos para terminar de ocupar el Donbás. La operación Járkiv sería, por lo tanto, un gran farol táctico (no el primero de su tipo para ellos), una distracción en regla: hacer creer que el objetivo es tomar un lugar cuando está en otro lugar.

La ventana de oportunidad que se cerrará

Pero lo que está sucediendo en Járkiv también puede entenderse, sin contradecir lo que se acaba de decir, en una lógica de “dos pájaros de un tiro”, como motivado más fundamentalmente por la consideración entre los líderes rusos de que el coste de esta congelación general del frente podría volverse políticamente peligroso. En primer lugar, por las pérdidas humanas y materiales ya sufridas por un mal resultado militar general, que solo una recuperación completa del Donbás podría mitigar. Probablemente no es seguro, en la mente de los líderes rusos, que los bloqueos neofascistas de la sociedad rusa pudieran contener el descontento que una ausencia de victorias haría crecer. Descontento posiblemente exacerbado por la necesidad de Putin de recurrir, para prolongar su guerra tan estéril como asesina para los propios rusos, a una nueva movilización de reclutamiento de carne de cañón.

Pero situación potencialmente peligrosa, en segundo lugar, por la perspectiva de una estabilización o incluso una inversión de la correlación de fuerzas militar que permitiría la próxima llegada masiva de los armamentos occidentales y que llevaría a los ucranianos a arruinar, entre la población rusa, la exaltada propaganda de victorias más que nunca imposibles de encontrar. Que incluso llevaría a hacer sentir a la población rusa el peso de derrotas humillantes de su ejército de las que atestiguaría un relanzamiento de las conquistas territoriales ucranianas, por muy localizadas y parciales que podrían ser de inmediato. Esta reactivación podría, además, articularse con el doble aumento de los ataques en la zona terrestre clave, para Ucrania, de Crimea y su control del Mar Negro /4 e incluso más allá, cerca de las zonas fronterizas de Rusia, especialmente de Rostov del Don, donde se encuentra el cuartel general del ejército ruso desplegado en Ucrania.

En este escenario, mediante el ataque a Járkiv, Rusia habría tratado de jugar su última baza consciente de que la ventana de oportunidad abierta por el agotamiento de los suministros de armas de Ucrania está a punto de cerrarse sin que haya podido perforar las líneas de defensa ucranianas y que le será muy difícil, por razones internas y externas, seguir chocando con ellas con el precio de sangre derramada exponencialmente. Y probablemente tener que resolverse, a su vez, a recuperar un posicionamiento táctico defensivo poco glorioso, cuando no con una connotación desastrosa, si un empuje ucraniano finalmente bien armado obtuviera éxitos en términos de... ganancias territoriales.

El farol sobre Járkiv podría, precaución del condicional, bien ser el último intento desesperado de ganar al menos, en el Donbás, una victoria ciertamente pequeña pero, con la ayuda de la propaganda, valorable inmediatamente ante los rusos como hazaña de la gran Rusia eterna, etc. y así proteger al régimen contra una peligrosa pérdida de crédito político entre la población o permitiéndole como mínimo circunscribirla. El actual bloqueo de los avances rusos sobre Járkiv y los contraataques que allí realizan los ucranianos, si tienen éxito, sin que se haya desbloqueado la ofensiva rusa del Donbás, marcarán el fracaso de la maniobra de distracción realizada en la región de Járkiv oscureciendo las perspectivas militares ya poco alentadoras.

Otros datos recientes podrían arrojar luz sobre la fase de la guerra que se abre a partir de lo que está sucediendo en Járkiv. Entre otras cosas, confirmando lo que expresan las líneas anteriores, el temor para Rusia de que, como piden cada vez más los ucranianos suscitando cada vez más aprobaciones entre los aliados (por parte de la OTAN en particular), los estadounidenses, en primer lugar, les reconocen el derecho, hasta ahora negado, de atacar, utilizando las armas de largo alcance que les proporcionan, los sitios militares, ubicados en la profundidad del territorio ruso, de donde parten los mortales ataques aéreos o de donde vienen los lanzadores de misiles tierra-tierra y las tropas de asalto de la infantería.

Todo lo que se dice aquí es hipotético, pero las hipótesis no están, por naturaleza, condenadas a ser desmentidas. Sobre todo porque las que se exponen aquí se basan en la indiscutible base del balance territorial de esta guerra, mostrando, sin ciertamente demostrarlo todo, que, a diferencia de los espejismos comunicacionales o incluso informativos que abundan, el ejército ruso es intrínsecamente incapaz de conseguir los Griales territoriales que le promuevan al estatus de gran e invencible ejército imperial. Lo que tiene el mérito involuntario de ser como una ducha fría para la megalomanía del dictador del Kremlin, del que conocemos, además, la poca estima que tiene por este ejército tan decepcionante. Lo que muestran las recientes reorganizaciones ministeriales del Kremlin, interpretables como una señal más de que la máquina de guerra rusa es considerada por el propio poder ruso como disfuncional de cara a los desafíos de conquista imperial que ha planteado y los peligros inquietantes que, en un humillante cambio de la situación, podrían resultar para él.

Apéndice a 31 de mayo

Lo que mencionaba al final de mi texto más arriba, escrito el 26 de mayo, las demandas ucranianas a las que los estadounidenses finalmente les dan luz verde para neutralizar, con las armas que proporcionan, los centros militares ubicados en Rusia de donde parten los ataques actuales en la región de Járkiv, acaban de conseguirse este 30 de mayo por la noche: Joe Biden ha levantado la prohibición que prevalecía hasta ese momento imponiendo, sin embargo, ciertos límites para el uso de estas armas. Así, los ucranianos solo podrán golpear dichos sitios (de lanza misiles, por ejemplo, o centros de reunión de tropas de asalto y medios de su transporte) que apuntan directamente a la destrucción de su territorio y no lo que consideran puntos neurálgicos de suministro ubicados en las profundidades del territorio ruso que, por otra parte, Ucrania no se priva de atacar pero con sus drones caseros y no con municiones estadounidenses (obuses, misiles...).

Queda la ambigüedad sobre la definición de la distancia máxima desde la que los rusos apuntan al territorio ucraniano y, por lo tanto, serían atacables cuando sabemos que los misiles o drones pueden tener largos alcances: 300 km para los misiles ATACMS, en cuanto a los drones, Ucrania rompió, hace cuatro días, el récord de alcance destruyendo, sin ser inquietados por la defensa enemiga, los radares de alerta más avanzados ubicados a ¡1800 km en tierras rusas!

El ataque de Járkiv directamente desde suelo ruso, y ya no desde los territorios ocupados, hizo estallar el bloqueo estadounidense que abrió el camino por el que ya avanzaban Francia, Suecia, Dinamarca o Lituania y Polonia. Y en el que ahora se meten los alemanes, hasta entonces reacios a dar el paso.

Cabe aclarar, contra las reacciones hostiles que ya suscita esta decisión desde varios Estados, empezando obviamente por la de Rusia, pero también por la de Hungría, pero también, contra las reacciones hostiles, inevitablemente por venir, provenientes de partidos y asociaciones que asumen dejar al pueblo ucraniano desarmado o subarmado frente al agresor ruso, que un internacionalismo consecuente solo puede apoyar, por la lógica de plena solidaridad que le da sentido, la voluntad de un pueblo, ya sea asumida o no por su gobierno, de que se le entreguen las armas, independientemente de su procedencia, que considere necesarias para su lucha de liberación nacional.

Cualquier otra posición no es más que internacionalismo adulterado y... anti-internacionalista que no duda, de manera irresponsable, en contribuir al riesgo de que tal lucha sea aplastada y así sometida a los dictados del agresor ya sea neofascista, como es el caso en esta guerra de Ucrania, en vías de fascistización o autoritario. ¡O contribuir al riesgo de que sea sacrificada por aliados con tentaciones de llegar a acuerdos con dicho agresor por razones de baja geo-eco-política interestatatal, interimpérialista, buscando restablecer un (des) orden mundial en el que los derechos de los pueblos puedan ser fácilmente sacrificados! Es, por cierto, esta carta antipopular la que Putin, por decirlo así, intenta hacer germinar, con el apoyo de China, entre los gobernantes que le son en lo inmediato hostiles, ¡pero quizás no indefinidamente!


Traducido por Faustino Eguberri

Artículo en francés (p. 8)

Publicado orginalmente el 4 de junio de 2024



Antoine Rabadan. Miembro del Comité Francés de la Red Europea de Solidaridad con Ucrania.