El problema de la política internacional feminista: una mirada desde Ucrania


Tamara Zlobina
23 de marzo de 2023

En dos meses de guerra he visto cuatro llamamientos de feministas occidentales pidiendo que no se den armas a Ucrania. Firmaban feministas italianas, alemanas, españolas y latinoamericanas, a las que se sumaron feministas estadounidenses. Señalaré que la Feminist Anti-War Resistance es uno de los pocos espacios que intenta luchar de forma coordinada contra las tinieblas de lo inaceptable y que las feministas de Europa Central y del Este están tan hechas polvo como nosotras.

Todos estos llamamientos decían "¡Estamos contra guerra! La guerra es mala. ¡Es un juego de hombres! ¡Exigimos paz! Estamos en contra de dar armas a Ucrania, porque las armas solo echarán leña al fuego del conflicto. Parad la guerra de inmediato". Ninguna de estas "hermanas" pensó en consultar con las feministas ucranianas antes de escribir estos llamamientos, y cuando alguna ucraniana los leyó accidentalmente antes de su publicación y dieron su opinión, sus voces simplemente fueron ignoradas.

Estas cartas abiertas dan la impresión de que todas estas profesoras muy respetadas con puestos vitalicios en prestigiosas universidades cerraron los ojos y desearon que apareciera un unicornio rosa. Y ahora parece que siguen esperando que aparezca. Pero los unicornios rosas no existen. Tampoco existen las guerras que solo son "juegos de hombres" o "consecuencias del patriarcado" sin involucración de las mujeres.

La teoría antimilitarista occidental plantea las guerras como si fueran algo así como dos villanos que luchan por los recursos. Por ejemplo, el malo capitalista e imperialista de EEUU luchaba contra el malo dictador Saddam Hussein por el petróleo en Irak. Entonces hay que exigir que ambas partes se desarmen y pongan en la mesa de negociación a mujeres que por su rol de género se preocupen por el futuro de los niños, no por un orgullo machista que no pueden perder. Una política exterior feminista sería, por tanto, abogar por el desarme, empoderar a las mujeres y animarlas a participar en la "construcción de la paz" (esta vaga frase se traduce como 'ser líderes en todas las esferas y participar activamente en la toma de decisiones en diferentes niveles').

Esta es [originalmente] una publicación en Facebook, por lo que es aceptable decir palabrotas. Estoy cada vez más asombrada de lo estúpidos que son algunos respetados intelectuales, de lo incapaces que son de distinguir la premisa de su propio juicio. Solía tener la impresión de que en algunos programas occidentales se decían tonterías, pero pensé que probablemente era yo quien no había leído suficientes libros y no entendía algo. ¡Gente tan respetada no puede estar equivocada! Ahora sé que mi pensamiento crítico estaba acertado ante momentos como este.

A pesar de todas las toneladas de basura académica que se ha escrito en los últimos 50 años sobre "arrancar de raiz" tus privilegios, sobre la necesidad de analizar exactamente desde qué posición habla, sobre cómo tal vez ciertos desequilibrios de poder son invisibles desde la posición que se ocupa, sobre que hay que escuchar a quien sufre discriminación, los autores y autoras del antimilitarismo occidental han pasado por alto lo obvio. Lo jodidamente obvio. Que todos son de países imperialistas con siglos de historia colonialista. Y las guerras sobre las que teorizan son aquellas guerras que sus estados han librado en el territorio de otros países. O aquellas que han tenido lugar en contextos distintos al suyo y sobre los que comprenden muy poco.

Ninguno de los países de Europa Occidental o América del Norte donde se ha creado este discurso antimilitarista durante los últimos 30-40 años ha sufrido guerras o revoluciones desde hace 70 años. Ni una sola profesora feminista, ni un solo intelectual occidental ha estado en una situación en la que su vida haya sido amenazada por luchar contra un régimen dictatorial. O porque un vecino agresivo ha decidido ocupar su país, matar a todos los disidentes y utilizar a algunos de los que sobrevivan para reconstruir nuevas ciudades en algún lugar del desierto. Este es uno de los dos puntos ciegos que han convertido a algunos intelectuales occidentales en idiotas.

Han ignorado por completo el fenómeno de las guerras de liberación. Por ejemplo, la lucha de un pueblo contra una dictadura, como en Siria. La lucha contra la ocupación por otro estado, como hacemos ahora en Ucrania. La lucha por establecer su propio estado, como el pueblo kurdo.

Por eso las iniciativas de construcción de paz y las defensoras de la "política exterior feminista" están ahora tan calladas. En su marco conceptual no existe una guerra de liberación en la que un bando tenga la razón. Solo hay dos sinvergüenzas patriarcales peleándose mientras las mujeres y los niños sufren. Por lo tanto, no se puede apoyar a un lado si utiliza las armas. Es como si no hubieran encontrado nunca una situación en la que más armas para el lado agredido implica menos víctimas. Pero en realidad sí la han tenido ante su cara, pero han hecho la vista gorda.

Su ceguera conceptual se ha multiplicado por medio de relatos propagandísticos del tipo "no todo es tan unívoco", beneficiosas tanto para los agresores como para las élites económicas de los países occidentales. ¿De qué otra manera Francia y Alemania podrían haber seguido vendiendo armas a Rusia después de 2012 y haberse hecho adictos del gas ruso? Así que esta versión del antimilitarismo fue apoyada con entusiasmo por corporaciones y políticos, siendo un pretexto tan conveniente y noble para hacer negocios como de costumbre.

A pesar de todo esto, en nuestro caso es evidente que la agresión rusa es criminal. No podría ser más obvio. Por lo tanto, un punto ciego no es suficiente para generar una ola de cartas clamando "¡No le den armas a Ucrania, estamos por la paz!". El segundo punto ciego es la incomprensión de la guerra. Piensan que la guerra terminará en paz. Desde su punto de visto, esto termina así: había noticias en la televisión sobre la guerra en el país X (un país lejano e incivilizado) y luego dejaron de mostrar imágenes horribles. Y las noticias sobre ese país desaparecieron por completo, porque allí había vuelto la "paz".

Cuando vives una guerra a través la televisión, es muy fácil pensar que "la guerra no tiene ganadores". Pero, en realidad, una guerra siempre termina en victoria, abierta o encubierta. Solo después de que un lado haya ganado y el otro haya sido derrotado, prevalecerá la paz. Y el contenido de la paz depende mucho de qué parte en conflicto gané la guerra. Por ejemplo, Ichkeria ganó la primera guerra de Chechenia y comenzó a establecerse como un estado independiente. Perdió la segunda guerra y fue borrado como tal de la faz de la Tierra. En ambos casos llegaron al final "tiempos de paz", pero la diferencia entre ambos es enorme.

Todas estas iniciativas occidentales para "hacer la paz" en medio del conflicto se resumen básicamente en esto: no nos importa quién será el ganador y quién será el perdedor en su conflicto. Siéntate a la mesa y empieza a hacer las paces. No nos importa quién violó y quién fue violado. Solo haz las paces, el conflicto es malo. ¡Ucranios, acepten la paz en cualquier término! ¿No entiendes que cuanto más dura la guerra, más gente muere? No nos importa que Rusia esté montando campos de concentración, llevándose gente a Siberia en masa, secuestrando activistas en los territorios ocupados, que los soldados rusos estén robando, violando y abusando de la gente por diversión. Que en la Ucrania "pacífica" controlada por Rusia todo esto continuará en una escala aún mayor. ¡De ninguna manera, no puede ser!, parecen decir, nunca hemos visto algo así en nuestras vidas y las noticias sobre otras guerras no mostraban nada de eso, había tipos de traje firmando un acuerdo y luego cesaron las noticias sobre este país, ¡eso significa que todo estuvo bien de ahí en adelante!

A todas las feministas que han firmado cartas abiertas instando a no dar armas a Ucrania les aconsejo que imaginen cómo sería el mundo si la Segunda Guerra Mundial hubiera terminado con la victoria de la Alemania nazi en lugar de con su derrota. También habría habido paz. ¡Y mucho más rápido, si los países no se hubieran defendido! Los bisabuelos no habrían muerto, porque no habrían tomado parte en el movimiento de resistencia. Bueno, sí, todos los judíos habrían sido exterminados, pero las mujeres francesas o belgas no habrían sido amenazadas. Habrían seguido viviendo y criando a sus hijos, aunque en alemán y en algún lugar cerca de Magadan, donde la población francesa habría sido deportada para trabajar en las minas. Para extraer el material, nada mejor que no-arios, ¿os parece?

Las cartas abiertas de las feministas antes mencionadas me enojan, pero no me sorprenden. Estamos ante un ejemplo típico de cómo las personas confían en plantillas ideológicas en lugar de pensar con la cabeza y reaccionar de manera innovadora ante los desafíos de la realidad. Es más fácil, más práctico, requiere menos energía... y conduce a la vergüenza.

Como feminista digo #ArmUkraineNow [#ArmasParaUcraniaYA]. Y luego trabajaré en desarrollar una política internacional feminista diseñada para la realidad, no para las fantasías del unicornio rosa. Que reconozca los problemas y las amenazas, sea sensible a las guerras de liberación y anime a los gobiernos a brindar asistencia inmediata a quienes se defienden, a quienes luchan por la libertad. ¡Participad en ello!


Traducido por Trasversales

Publicado originalmente en Facebook

Publicado orginalmente en Junio de 2022



Tamara Zlobina

Tamara Zlobina. Filósofa, crítica de arte. Editora del medio "Gender in detail". Se graduó en el Instituto Nacional de Estudios Estratégicos del Presidente de Ucrania. Trabaja con temas de desarrollo de la sociedad civil y cosmovisión innovadora, igualdad de género, feminismo, arte contemporáneo..